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LA MEMORIA DECENTE

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Daniel García Rangel (Matanzas, 1943) es un cubano decente y motivado por el aprendizaje desde niño, y a quien la gloria nunca se le ha subido a la cabeza, pese a haber sido el actor más popular de su época con el personaje de Juan Primito, donde compartió escena con grandes, como Raquel Revuelta y José Antonio Rodríguez.

García Rangel es un raro cubano, actor versátil que le permitió tocar diferentes palos, y qu nunca se apartó de su senda de superación constante, aunque tuvo la genalidad brandoniana de aportar una lagartja a su ya mítico personaje en «Doña Bárbara», donde sus lagartijas, que procuraba casi a diario, equivalen al gato de la one escena de El Padrino.

Otra excepcionalidad del autor son unas Memorias que aman y fundan, en vez de convertirlas en ajuste de cuentas contra lo que pudo haber sido no fue; de ahí que el relato fluya -no siempre cronológicamente- sin rencor, obviando las miserias humanas en un medio con tantos egos y figurines y que haya elegido como foto de portada a su familia.

El éxito de García Rangel consiste en aunar bondad y trabajo, dispuesto a realizar cualquier tarea remunerada en metálico o especie, cuando llega al exilio y sin dar cabida a la amargura, persuadido de que todo tiempo futuro es mejor y -una vez conseguida su estabilidad personal- dedicará una parte de sus ahorros a producir algún disco de talento insoslayable y a estremecerse ante museos llenos de contenido de calidad, Broadway y a seguir creyendo en la cultura como la única salvación posible.

Son memorias luminosas, donde no caben el chisme ni el brete, solo el recuerdo afectuoso del tiempo que le tocó vivir, sin dejar de señalar todo lo feo y pernicioso con que la burocracia comunista tiñó de gris a la cultura cubana por más de un quinquenio y la precariedad padecida para actuar, estudiar, cantar y vivir.

Durante la grabación de Doña Bárbara, pidió que sus escenas se grabaran a primera hora para salir con tiempo hacia la Escuela de Idiomas, sin carro -que nunca tuvo en la isla- pero con igual tesón que cuando cursó su Licenciatura en Literatura Hispanoamericana, asistiendo a clases muchos días sin apenas almorzar y durmiendo en un sofá.

La vida de un cantante, comediante y actor en aquella Cuba de los años 70-80 del siglo pasado, tenía la virtud de la popularidad y los inconvenientes de compartir la pobreza impuesta con compañeros y admiradores; incluidos quienes comentaban que vivía en el Nuevo Vedado, rumor lógico en una sociedad privada de información plural.

Nada más duro, pero gratficante que la coherencia personal y salir de un teatro o estudio de televisión abrumado por los aplausos y pisar las calles como un hombre común en busca de café, pan y justicia.

Su vida en el exilio también estuvo salpicada de peripecias pero -contrario a lo que sucede con algunos engreidos cubanos- trabajó en todo lo posible, sin renunciar a su pasión artística y la atención de sus padres, que quedaron en una Cuba injusta y desigual.

Daniel García Rangel es un triunfador, pero no lo pregona, no alardea, no humilla a quien lo atacó o puso traspiés un mal día; más que cubano parece nórdico o asiático; sin renunciar a la vitalidad Caribe sin maldad.

Aquel Juan Primito que hipnotizaba a niños y padres frente a la pantalla, apuesta por una Cuba mejor, con calles limpias, edificios confortables y gente de mirada limpia; a su imagen y semejanza como el hombre que tantos personajes encarnó y perduran en la memoria colectiva de un país que intentó tocar el cielo y quedó devastado.

Pero García Rangel no se resigna al deterioro como identidad, al sufrimiento como castigo ideológico, a la inútil resistencia como consigna; pero eso lo descubrió de pequeño, en su familia, que vivió convencida que un hombre solo vale, cuando sirve a los demás.

Memorias de Juan Primito
Daniel García Rangel
Letra Minúscula
204 páginas

Ya disponible en Amazón


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