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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- Ayer me apareció en Facebook, a toda pantalla, un escrito de una ciudadana ucraniana, beneficiaria de fondos europeos, que viajó a una movilización en Londres para protestar contra los drones rusos en Polonia.
Llama poderosamente la atención que en dicha movilización no había ni un solo polaco, ni siquiera el cónsul de Polonia. El 100 % de los asistentes eran ucranianos, más cinco londinenses.
Me sorprende que Polonia haya hecho lo que debía: informar a la OTAN. Y, sin embargo, ha sido Ucrania quien ha montado el gran escándalo.
La señorita en cuestión no pierde oportunidad para sembrar el miedo en Europa, afirmando que esto es el inicio de una invasión rusa y que es urgente que Europa y sus instituciones despierten y entreguen a Ucrania los 300.000 millones de euros que Europa mantiene congelados a Rusia.
Eso sí, esta señorita no dice ni una palabra sobre los 237 drones derribados en una sola noche en territorio ruso.
Para Ucrania, todo parece reducirse al dinero. Para conseguirlo, recurren al miedo y a internacionalizar un conflicto que ellos mismos contribuyeron a crear.
Lo curioso es que esta señorita admite sin tapujos que su billete fue pagado con dinero de la Unión Europea, y aun así critica a las instituciones europeas por su lentitud en entregarle más fondos.
Es exactamente la misma historia de siempre: cuando Rusia asumió la deuda externa de Ucrania y la terminó de pagar en 2007; cuando durante años les suministró petróleo y gas de forma gratuita; o cuando, al borde de la bancarrota, Rusia les concedió un crédito de 3.000 millones que nunca devolvieron.
Esa es, en esencia, la historia de esta guerra: vivir del cuento sin hacer nada.