LA MALA SUERTE DE LA CANADIENSE SYLVIE BEAUCHESNE EN CUBA
Por Marlon Almaguer ()
Holguín.- La canadiense Sylvie Beauchesne ha vivido en Cuba, especialmente en Holguín, uno de esos episodios que demuestran que la mala suerte puede estar emboscada en cualquier parte para jugarte una pasada rara, y poner a prueba tu paciencia, tu resistencia y tu capacidad para soportar dolor.
Beauchesne viajó a Cuba de vacaciones para espantar un poco el invierno de su país y darse algún chapuzón en una playa o una piscina, pero tuvo tan mala suerte de que resbaló al borde de la alberca y se fracturó la cadera.
Hasta ese momento todo iba bien. La había pasado bien, a pesar de que no había yogurt en el hotel, tampoco pescado, el pan se acabó temprano, solo se podía comer un huevo en el desayuno y las verduras brillaban por su ausencia.
Sin embargo, desde ese momento todo se torció. La llevaron al hospital Lucía Iñiguez, una de las instituciones insignes de la salud en Holguín, y a partir de ahí comenzó una odisea tremenda, que no se explica ella desde la sala del nosocomio donde se encuentra, ni sus hijas en Canadá.
La señora Sylvie sufre dolor. Mucho dolor. Las hijas saben que cada tres horas le ponen algún medicamento, aunque ni ellas ni la madre saben de qué fármaco se trata. Y tampoco ella puede levantarse desde su cama e ir a la dirección a pedir explicaciones, porque tiene el lado derecho inmovilizado.
La caída la ha dejado inválida desde hace tres días, y lo peor ha sido la incertidumbre, porque un día le dicen que la llevarán al salón quirúrgico a la mañana siguiente, y al otro día le dicen que no, que es imposible, que no le pueden reemplazar la cadera.
En esa incertidumbre ya superó las 72 horas, y esta mañana, por ejemplo, sigue tendida en su cama, sin saber cuándo podrá salir, cuándo será operada, si le reemplazarán la cadera, o si la empresa de seguro a la que le pagó antes de viajar a La Habana, se hará cargo o no.
Ella sabe que a Cuba no le interesa mucho resolver el problema. Incluso, las hijas piensan que «alguien» en Cuba, por supuesto, quieren que esté más tiempo para cobrar más dinero del seguro, y mientras Sylvie Beauchesne sufre y se orina en la cama, porque el tubo por el que debe hacerlo lo colocaron mal y no han ido a darle solución.
En más de 72 horas, a pesar de estar inmóvil, y no poder hacerse sus cosas, solo la han aseado una vez, a pesar de que su herida sangra. Lo del quirófano parece muy lejano y lo del seguro y Cuba es como el cuento de nunca acabar.
Y encima de todo eso, comienza a ser presa de la desesperación, generada por el dolor, la falta de una atención adecuada, las condiciones del hospital al extremo de que solo pide volver a su país para que le ofrezcan el tratamiento que merece.
Sylvie ya lo sabe: a Cuba no se puede venir, ni como turista. Porque si sucede un imprevisto, hasta la vida corre peligro. Su experiencia, aprendida sobre la marcha, deberían conocerla todos esos que durante años han hecho de Cuba su destino vacacional.
Al final, su caso es uno más que involucra a canadienses. Hace unos meses, un compatriota suyo murió y el cadáver lo cambiaron por el de un ruso que también había fallecido. El ruso a Canadá y el canadiense a Moscú. ¿La culpa? De quién va a ser la culpa sino de los que están detrás de hoteles y compañías de viaje: el gobierno cubano y sus cadenas hoteleras administradas por Gaesa.