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Por Carla Gloria Colomé
New York.- Esta foto, medio alienígena, me la mandó la madre de Damir hace dos años, cuando supe del caso. Imagino que es la foto hacia adentro, la radiografía del monstruo que le desorbitó el ojo.
Cuando hablé con Eliannis por primera vez, estaba dando la pelea con su hijo Damir frente al Ministerio de Salud Pública de Cuba. Se habían mudado del Oriente a La Habana, me dijo, para estar cerca de los escasos recursos, que casi siempre se concentran en la capital.
El niño, de entonces nueve años, venía arrastrando con la enfermedad, un padecimiento que tenía casi la misma edad que él. Damir para ese tiempo era un niño enfermo, con un casco que protegía una parte de su cerebro casi a la interperie, con un ojo medio cerrado e inflamado y diagnósticos erróneos, pero era aún un niño con posibilidades: estaba de pie, activo, hermoso, dando la pelea a la par de su mamá, que para entonces estaba llevando este y otros casos ante la ONU.
Hace dos años ella me escribió: “He pedido ayuda por todos lados y nadie se inmuta hacer nada , desesperada ,angustiada, en ocasiones deprimida, sin fuerzas, porque es en vano todo en este país”. Lo mismo que dijo hasta último momento, que se cansó de repetir día tras día.
Cuando el caso de Damir se hizo más público, ya el niño arrastraba los pies, sentía dolores al caminar, apenas se valía el solo. Se estaba haciendo tarde. Se habían impulsado los GoFundme de otros casos, de otros niños con enfermedades al límite.
Ahora le tocaba a él, pero el tiempo y el sistema de salud cubano jugaban en su contra. Su mamá documentó cada día: se inventó un cuartel en el hospital, desde donde transmitió, culpó, denunció y testificó no solo el infierno que vivía su niño, sino lo que puede sucederle a cualquier cubano que caiga enfermo en las manos del sistema.
Ella lo hizo todo, con una valentía, una altura y un amor que la llevó a abordar un avión en la noche cubana y aterrizar en la madrugada miamense, tras un visado sangreado por todas partes y demorado por todas partes.
La madre le arrancó a su hijo de las manos al poder. Pero –ella misma lo dijo en alguna declaración– con Damir habían acabado.
En paz descanses, niño Damir. Te lloramos, te queremos, y te debemos mucho.