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Por Hermes Entenza
Núremberg.- Pusieron al pueblo de rodillas; lo lograron quitándole las posibilidades de tener una esperanza, una pequeñita alegría en cada alma. Destrozaron la principal institución humana: la familia, y la dividieron, le mutilaron el don de educar, imponiendo una ideología única y disfuncional.
Cancelaron el buen vivir, matando el amor, el amor propio y el amor al prójimo. Ese era el plan, elaborado con placer y ahínco por los sátrapas que mal gobiernan el país que antes se llamaba Cuba, y que hoy no tiene ni nombre propio.
Lo estudiaron detalladamente, y elaboraron un plan frío y desalmado que en estos últimos años ha mermado en sutilezas. Ya están «dando con la cara».
Cuba está muriendo; queda poco que salvar de una tierra que era bendecida después de haber pasado por guerras, colonización, despojo y sangre.
El gobierno cubano es hoy la encarnación de Valeriano Weyler. Quien no bese los pies del rey, sufre prisión, ostracismo y deportación.
Inyectaron a cada ciudadano con una dosis de miedo a decir las verdades de frente, con el propósito de atenuar ante el mundo la falta de respeto y la agresión psíquica y física a cada ciudadano. Diariamente aflora un nuevo problema, pero el gobierno y el PCC observan cómo el índice de violencia, asesinatos, hambruna, carencias materiales, apagones y hasta sed, van carcomiendo el país, y solo saben convocar marchas y hacer propaganda de que «en breve» todo mejorará.
Acabo de ver al presidente con una guataca, acariciándola con la levedad de quien nunca en su vida la ha utilizado, pero posando ante las cámaras en fotos y vídeos, siendo el protagonista de la propaganda oficial que lo filmó limpiando un jardincito. Solo eso se les ocurre, estando el país en la crisis más letal en su historia.
A ningún presidente lo veremos recoger hojitas en la calle mientras el país se va a bolina, y menos, ponerse bravo porque la gente no lo apoyó. Eso es ridículo, y de ridiculeces estamos hartos.
A ningún presidente se le ocurre ponerse un trapo en defensa de Palestina mientras el pueblo que dirige lleva décadas con hambre, hambre de verdad, de «pan de miga y cáscara».
He leído un post de un vocero del estado, bastante necio, por cierto, gritando que Greta Thunberg merece el Premio Nobel de la Paz. A mí no me interesa que un vocero de cualquier nación pida que a Greta la nominen para el Nobel, pero un cubano no, pues en Cuba hay jovencitas presas por filmar una manifestación, por decir lo que piensan, e incluso, una muchacha por retratarse con la bandera cubana.
No voy a cuestionar el conflicto Israel-Palestina, no se me pongan bravitos, no voy a dar mi criterio sobre eso; mi punto es que: ¿cómo rayos Díaz-Canel y su rebaño van a desvelarse, sufrir, poner rodilla en tierra por problemas foráneos, simplemente por estar en contra de su enemigo jurado, mientras su isla vive en situación límite y abocada a un desastre social?
Y así, mientras acaricia la guataca y su pañuelo pro Palestina ondea seco, sin una gota de sudoración, las bombas también caen en Ucrania, en África y en otros lugares, y mueren niños, y caen madres contra el piso con sus cuerpos llenos de metralla; pero la orden de pronunciarse en contra de esas muertes no ha sido dada por el Zar de Rusia y, ¿saben lo que creo del pañuelito en el cuello del rebaño? que no es amor, ni por Palestina ni por nadie; solo es artimaña política para sostener su barco a flote, llorando unos dineros para comprar parches.
Un buen presidente echaría rodilla en tierra por su gente de a pie que lleva años soportando desvelos con apagón, hambre y falta de medicamentos. Hay una epidemia de un nuevo engendro que yo no sé qué es, y en la provincia de Matanzas la gente lleva semanas en trauma total. Hay hambruna en toda Cuba, pero la obra de teatro oficial es buscar material fílmico, relleno para la telenovela que lleva seis décadas chillando en la pantalla.
Un buen presidente cubano debería llevar en el cuello un pañuelo con la foto de cada ciudadano de su país, incluidos los que disienten, los que están presos, los que piensan que Cuba merece vivir en la realidad, no en ese universo atestado de banderitas y bocinas.
Ellos saben leer, y han estudiado a fondo el desmerengamiento de aquel campo socialista donde la corrupción y totalitarismo hizo mierda a media Europa. Ellos saben que han seguido el mismo patrón de conducta, y ese miedo que tratan de seguir inyectándole al pueblo, por una lógica del destino, se ha ido colando entre ellos. El miedo va cambiando de bando, y no tan lentamente como nos parece.
Si el gobierno tuviese un gramo de honestidad y de valor, esta sería la hora de decir: «Hasta aquí llegamos, no pudimos. Perdón, pueblo de Cuba»; pero cuando el terror lo domina, comienza a crear monstruos virtuales y reprimir, porque es la única herramienta que queda activa cuando el miedo impera.
Dirigir un país no es un juego, no es un partido de fútbol, es tener pasión por hacer el bien y por aspirar a que cada ciudadano sienta el orgullo de ser uno más en el panal; pero vivir alejado de la realidad que vive el pueblo también ha sido parte del plan maestro del sistema implantado a látigo; y llega el miedo de no haber hecho lo justo, de saber que nada salió como estaba diseñado porque, el miedo no tiene dueño.