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Por Carlos Carballido
Rowlett, Tx.- Hace falta una dosis industrial de imbecilidad colectiva para que millones de personas salgan a marchar con carteles que digan “No King” en pleno 2025…
Esa idiotez colectiva no permite siquiera entender que estamos en Estados Unidos, una república constitucional con separación de poderes, relevo electoral regular, y más de 400 millones de armas en manos de civiles.
Pero ahí están: llorando, bailando, gimiendo contra una amenaza que solo existe en sus cabezas saturadas de TikTok, CNN y activismo de fantasía.
¿Y quién es el supuesto “rey”? Donald Trump. ¿Por qué? Porque firmó órdenes ejecutivas dentro del marco legal que regula el sistema migratorio estadounidense. Y cuando digo “legal”, no hablo de humo, hablo de leyes reales como:
-Immigration and Nationality Act (INA), § 212(f): autoriza al presidente a suspender la entrada de extranjeros si lo considera perjudicial para EE.UU.
-INA § 287(g): permite cooperación entre agencias federales y policías locales para aplicar leyes migratorias.
Además, sus órdenes se ampararon en el Artículo II de la Constitución, que establece los poderes ejecutivos del presidente, especialmente en materia de seguridad nacional.
¿Dónde está el “rey”? En la cabeza del que necesita inventarse uno para justificar su llanto.
Lo curioso es que, cuando Obama deportó a más ilegales que ningún presidente en la historia, no hubo marchas con coronas tachadas ni titulares de “Rey Barack”. A él le celebraban los discursos, aunque detrás de bambalinas mandaba a ICE a sacar familias enteras de madrugada.
Los analfacebollones que apoyan a los “No King” no leyeron siquiera que la Constitución de EE.UU. prohíbe expresamente cualquier forma de monarquía o poder vitalicio. El Artículo II, Sección 1, Cláusula 1 establece que:
“El poder ejecutivo se conferirá a un Presidente de los Estados Unidos de América. Él ostentará su cargo por un período de cuatro años…”
Y el Artículo I, Sección 9, Cláusula 8, añade:
“Ningún título de nobleza será otorgado por los Estados Unidos…”
Es decir, ni rey, ni duque, ni emperador naranja. Solo presidente electo. Si gana elecciones, gobierna. Si no, se va. Así de simple. Así de democrático. Pero a algunos les cuesta más aceptarlo que aprenderse el abecedario.
En este juego de idiotización colectiva en el que están cayendo como moscas varios conservadores y “anticastristas” cubanos, no hay ni siquiera una pizca de análisis racional.
Nos dicen que cinco millones marcharon el 14 de junio. Claro. Y yo desayuné con George Washington esta mañana y hasta me sirvió una colada con croquetas.
La cifra fue lanzada por los propios organizadores —MoveOn, Indivisible, ACLU, sindicatos y un puñado de celebridades con discursos prestados— y no ha sido verificada por ninguna entidad independiente, policial ni universitaria.
Históricamente, ni siquiera las marchas tan multitudinarias —como la Women’s March de 2017, verificada por Harvard— alcanzaron esa cifra. Pero como ya no importa lo que es, sino lo que parece ser, el relato queda instalado: “El pueblo salió contra el tirano”. Aunque el supuesto tirano fue elegido en las urnas, como todos los anteriores.
Y cuando del “pueblo” pasamos a los cócteles molotov, incendios de vehículos y saqueo de negocios, ya no hablamos de protesta, sino de crimen federal. Y ojo: según 18 U.S. Code § 2331(5), eso puede ser terrorismo doméstico si: “Es peligroso para la vida humana, Se comete dentro del país, Tiene por objeto influir políticamente o coaccionar al gobierno”.
Exactamente lo que ocurre cuando un grupo quema autos en nombre de “resistencia” o destroza un local porque el dueño votó a Trump.
No es activismo. Es delito federal con motivación política. Y si el sistema judicial tuviera la misma energía con estos como la que tuvo con los del Capitolio, varios ya estarían viendo el sol por un enrejado.
Pero nada de esto importa cuando se ha reemplazado el pensamiento por la militancia emocional del idiota útil al relato y quienes lo promueven.
El “No King” es el hijo bastardo de la ignorancia y la arrogancia. Cree que todo presidente que no repita el guion woke es un dictador, que toda ley que los obliga a algo es opresión, y que toda derrota electoral es fraude.
Así nacen los movimientos huecos: con gente que no lee leyes, no conoce la Constitución, pero se disfraza de Jefferson moderno para pedir que se anule una elección democrática porque “no les gusta el resultado”. Y así se pierde también una República basada en la Ley y el Orden.
El Movimiento No King no es una defensa de la democracia, es una parodia. Una ópera de gritos y pancartas donde el único “rey” real es el relato fabricado por quienes no toleran perder el poder. No quieren República. Quieren hegemonía. No quieren libertad. Quieren obediencia ideológica.
Y por eso, en su patético grito de “¡No Kings!”, lo que se escucha realmente es: “¡No toleramos que el pueblo vote distinto a nosotros!”. Que un americano o ilegal se lo crea es aceptable, pero cuando se trata de un inmigrante cubano que tuvo que irse de su país debido a la falta de libertades y por causa de un Rey Tirano, es caer en lo más bajo de la Idiotez humana. (Con perdón de los idiotas)