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La historia detrás de la foto (LX)

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Por Yeison Derulo

La Habana.- La imagen es en blanco y negro, pero podría haber sido tomada ayer. Un grupo de personas marcha con un cartel que reza “¡Qué se vaya la escoria!”, firmado por un CDR y con falta de ortografía. El contexto es de décadas atrás, en plena euforia de los llamados actos de repudio, cuando el régimen movilizaba a vecinos contra otros vecinos, legitimando el odio como política de Estado. Sin embargo, aunque la fotografía pertenece al pasado, el mensaje sigue vivo en la Cuba de hoy: estigmatizar a quien piensa distinto, señalar al que se va, ridiculizar al que reclama libertad.

La palabra “escoria” se convirtió en la etiqueta oficial para los que decidieron abandonar el país, sobre todo durante el éxodo del Mariel en 1980. Miles fueron humillados, golpeados, expulsados de sus trabajos y marginados socialmente, solo por querer emigrar. Aquella violencia no fue espontánea: se organizó desde arriba, con la maquinaria represiva de los CDR y del Partido. El cartel de la foto no es un símbolo de pueblo, es la huella de una dictadura que se sostuvo sembrando el miedo y el odio.

Hoy, más de 40 años después, la lógica es la misma. A los que protestan en las calles se les llama “delincuentes”, “mercenarios”, “contrarrevolucionarios”. A los que se exilian, “traidores”. Y a los que opinan distinto en redes sociales, “cibermercenarios pagados por la CIA”. El vocabulario apenas cambió, la esencia represiva sigue intacta. Ese letrero viejo, levantado por manos anónimas en una marcha obligada, es un espejo que nos recuerda que el odio institucionalizado no ha desaparecido.

La foto también revela otra cosa: la manipulación del pueblo. Muchos de los que marchaban entonces lo hacían por miedo, por compromiso, por obligación. Hoy ocurre igual: los actos de repudio se reciclan, los mítines de reafirmación son la versión actualizada de aquellas turbas. Cambia el año, cambian los rostros, pero la estrategia de control social es idéntica: poner al vecino contra el vecino, dividir para gobernar.

Por eso esta imagen no es solo un documento histórico. Es una advertencia. Mientras la dictadura exista, el país seguirá atrapado en ese mismo ciclo de odio fabricado. Cambiar el cartel, cambiar la consigna o cambiar la fecha no cambia lo esencial: la persecución del cubano que quiere ser libre. Y hasta que no se derrumbe ese mecanismo, Cuba seguirá cargando con el mismo fantasma: el de un pueblo usado para reprimir a su propio pueblo.

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