Por Manuel Viera ()
La Habana.- Una amiga que vive en España hace más de 20 años llegó recientemente a Cuba. Su mamá falleció hace poco y su padre ha quedado sólo. Ella, en el país ibérico, tiene muy buena situación económica como ciudadana, buen trabajo, auto, incluso su casa propia, por lo que le dijo a su padre que se alistara para que se fuera a vivir con ella.
El padre sin pensarlo ni un segundo le respondió:
-No, mi niña, a mí no me gustan los aviones y me gusta la vida de Cuba.
El señor, al que conozco, lleva una vida como la de cualquier cubano, pero con algo de ayuda. Sin embargo, no está ajeno a pasar trabajo como cualquier cubano. Se levanta a hacer la cola del periódico en la madrugada, pasa horas en colas, se levanta a poner el ladrón de agua a medianoche, no tiene transporte para moverse y pasa medio mes caminando al bodegón a ver si ya llegó «el módulo».
Es una realidad cubanos, entre nosotros vive toda una generación de personas ya ancianas pero aún de pie, una generación que en su mayoría se acostumbró levantarse a las 4 am para hacer cola por un periódico, una generación que vive pegada a la libreta de abastecimiento, una generación que disfruta pasar horas y horas socializando bajo el sol en una cola por un paquetito de salchichas.
Esa generación que aún vive convencida de que sólo es posible ir al doctor o estudiar si se vive en Cuba pero más que nada una generación que se acostumbró y defiende la miserable vida que llevamos o en el mejor de los casos le es indiferente un cambio en Cuba, porque para ellos Cuba es perfecta como está.
Es una generación que poco a poco va muriendo mientras ve morir junto a ellos a su patria.
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