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Por Fernando Clavero (Enviado especial)
París.- Muchos competidores olímpicos pelearon por las medallas con sus familiares en las tribunas, porque no hay mayor aliciente para un deportista que salir en busca de uno de los más grandes premios del deporte con los suyos como espectadores directos.
No solo se fueron a París la familia de Novak Djokovic, Rafael Nadal o LeBron James, también estaban familiares de deportistas indios, africanos, argelinos, colombianos, pero ninguno de los cubanos.
Los cubanos que compiten como parte de la delegación no pueden traer a sus familiares, porque resulta poco menos que imposible. En primer lugar, porque para alojarse en los demandados hoteles parisinos se necesita dinero y lo poco que «raspan» los deportistas de la isla caribeña no pueden darse el lujo de gastarlo en pasajes y hoteles, porque hay cosas más importantes en la tierra, entre ellas comer.
Eso, por una parte, y por la otra, es muy probable que, si se aparece un hermano de un atleta cubano o la esposa, la tristemente célebre Seguridad del Estado, pendiente en todas partes, sobre todo con las delegaciones deportivas, regresen al implicado a casa, aunque sea uno que vaya por el oro olímpico. Y pruebas hay. ¿Se olvidan de aquel Mundial en Panamá y Kendry Morales?
Pero no quiero referirme a esos, sino a otros, que compiten bajo otras banderas, que no pueden tener a los suyos, porque el ‘magnánimo’ gobierno cubano no los deja salir. Así sencillamente.
Jordan Díaz, por ejemplo, se las dejó en la mano en 2020, porque sabía que su futuro dependía de quedarse en España, para cambiar de entrenador, para trabajar en otras condiciones, y aquella decisión le ha costado no poder volver a su país, al lugar donde nació, donde por derecho natural y divino debiera tener todos sus derechos, y que valga la redundancia.
El castigo es para él, porque se quedó fuera, pero incluye a su familia. Si te vas, los tuyos no se van. Y casos tenemos muchos en la larga historia de las ‘idas’ de muchos deportistas, como la madre de Liván Hernández, cuando lanzaba con los Marlins, por ejemplo. También la de José Contreras, o la del Duque Hernández.
Se ha ensañado el gobierno cubano con los familiares de los deportistas que abandonan las delegaciones, muchas veces porque es el último recurso que les ha quedado.
Y a mí me hubiera gustado haber visto en las tribunas del estado olímpico a la familia de Jordan Díaz, como estaban muchos de los parientes de los competidores involucrados. Pero la tiranía cubana se arrogó el derecho de decidir sobre el tema, de prohibirlo. Parece que piensan que con eso van a ganar algo, y no se dan cuenta de que pierden más.
O sí, se ganan más odio, más repulsión, más desprecio y no solo de los familiares y los involucrados, sino de la mayor parte de los cubanos de dentro y de fuera, cada vez con los ojos más abiertos sobre la verdadera situación de Cuba, sobre quiénes tienen la razón y quiénes no.
La dictadura, con su actuar ridículo y anticuado, cada vez se derrumba más. Cada día que pasa pierde algo más, y no estará lejos el día en que se derrumbe de una vez y por todas.