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Por Dagoberto Valdés Hernández
Pinar del Río.- Con frecuencia podemos comprobar que cada vez los proyectos duran menos. Se improvisa más. La gente se cansa. Las obras se desinflan y los globos se vuelven a inflar una y otra vez.
Vender humo, inflar globos, vivir en la mentira y entretener a la gente hasta que se reviente el globo y se disipe el humo: esta es la fugaz dinámica de la vida en Cuba. La vaciedad de los proyectos, la improvisación, la corta levedad de las iniciativas, la precariedad y la inconsistencia en el contenido y en el tiempo. Todo dura poco. Nada se consolida. La perseverancia es virtud rara en Cuba. Alguien dijo que los cubanos “tenemos un buen perfume pero con muy poco fijador”. Cuando algo logra sostenerse por más de tres años, parece extraordinario.
Considero que las obras, proyectos, y procesos no duran en Cuba, entre otras causas, por las siguientes:
1. La falta de unas líneas de pensamiento arraigadas firmemente en la verdad.
2. La falta de unos principios éticos, cívicos y religiosos que sean cimientos inamovibles de todo proyecto u obra perdurable.
3. La falta de unas columnas de carga que sostengan las paredes y el techo del proyecto: esas columnas son los valores morales y espirituales que dan consistencia a la obra edificada. Es aprender a cargar con la cruz de cada día: que es vivir valores en una sociedad desvalorizada. Nadar contracorriente.
4. La falta de sólidas paredes que protejan la obra: esas paredes son la protección necesaria y suficiente para que no entren en la obra los vientos de la desunión, ni las tormentas que desfiguren la identidad y los objetivos del proyecto.
Las puertas y las ventanas abiertas del pluralismo y la inclusión evitan el enquistamiento y la cerrazón de la obra; pero los cimientos de los principios, las columnas de los valores y las paredes de la defensa y vigilancia de la coherencia, evitan que el “edificio” se nos derrumbe rápidamente por falta de consistencia de dentro y por los persistentes ataques de fuera.
Los responsables de todo proyecto, obra o grupo, son y deben ser garantes, edificadores y custodios de la conservación de la identidad, los métodos, los fines y la mística del proyecto al que sirven. En descuidar cualquiera de estos factores está la causa de la debilidad y la corta duración de las buenas iniciativas. Dejar que las obras crezcan y se desarrollen, pero vigilar y cuidar que, en todo momento y proceso, el proyecto y las personas seamos fieles y coherentes con lo que somos, con lo que creemos, con lo que hemos escogido como identidad personal y como finalidad, objetivos, métodos y espiritualidad del proyecto que animamos.
En síntesis: que la duración, la consistencia y la coherencia de toda obra nacen y dependen de la fidelidad de sus protagonistas y de la fidelidad a la identidad, fines, métodos y mística que hayamos escogido para ese proyecto.
1. Sería muy bueno que cada cubano revisara su capacidad de perseverar en un proyecto, en una misión, en una tarea. Y reconociéramos que la perseverancia es fruto de la fidelidad a nuestra fe, a nuestros principios, a nuestra escala de valores y a nuestro proyecto de vida. Nuestra inconsistencia es signo de nuestras infidelidades a lo que somos y queremos ser. Ser fiel nos hace perseverantes.
2. Sería también bueno que, al crear una obra y al diseñar su proyecto, dejemos muy bien definidos y formulados la identidad del proyecto: lo que es. Los principios inviolables que lo rigen. Los valores éticos irrenunciables que lo inspiran. La misión, los objetivos y los métodos que definirán su quehacer. La espiritualidad y el ambiente de vida en que se desarrollará ese proyecto.
3. Los responsables de toda obra deben hacerse cargo, que es cargar la cruz, de custodiar y hacer crecer la identidad, el ser, el quehacer y el estilo del proyecto al que sirven y animan. No puede temblarle la mano, ni dudar en la convicción, para tomar decisiones que conserven intacto lo que somos y lo que hacemos y cómo lo hacemos.
4. Tanto en el plano de la fidelidad personal, como en el de la fidelidad a la esencia de un proyecto, ser fiel no puede momificarnos para durar en el tiempo. La fidelidad y la fecundidad deben ser las dos caras de la única moneda de la perseverancia. Ser fecundos es ser creativos en la renovación de los proyectos sin dejar de ser y hacer lo que somos. Ser fecundos es ser flexibles en la aplicación de las normas, al mismo tiempo que ser firmes en la identidad de donde brota la norma.
El futuro de Cuba, de su Iglesia, de los proyectos de su sociedad civil, dependerá mucho de la capacidad de los cubanos de ser fieles y perseverantes. La improvisación, la incoherencia y la falta de perseverancia en las obras y proyectos sociales, eclesiales, económicos, culturales y políticos, son quizá, una de los más graves quebrantos del daño antropológico que entorpecerá el progreso de Cuba en libertad.
Cada organismo, institución, comunidad religiosa o grupo de la sociedad civil, deberíamos revisar, discernir y sanar el déficit de perseverancia en nuestros proyectos y también reconocer y corregir la causa profunda de esa inconsistencia crónica: la falta de fidelidad a lo que somos.
Yo personalmente, ya solo pido una cosa al Señor, mi Dios: Que yo sea fiel a Cristo, a Cuba y a su Iglesia. Que yo sea fiel hasta la muerte.