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La farsa atómica del régimen

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Por Redacción Nacional

La Habana.- Ahora resulta que el castrismo quiere vendernos la imagen de ser adalides de la paz mundial, proclamando a viva voz su “voluntad de trabajar por la eliminación total de los ensayos nucleares”. Qué lindo suena. Un ministro cubano en Viena, rodeado de protocolos y discursos de ocasión, prometiendo cooperación en el uso de datos sísmicos e hidroacústicos para la alerta de tsunamis. Aplausos, flashes, titulares para el Granma.

Pero, ¿quién le cree a una dictadura que no respeta ni el derecho elemental de sus ciudadanos a pensar distinto? ¿Cómo puede un gobierno que mantiene presos políticos, que reprime a su pueblo a golpes y que criminaliza la protesta hablar de paz, transparencia y multilateralismo? Eso no es política exterior, eso es un número de circo con el castrismo disfrazado de Naciones Unidas.

Los gestos internacionales del castrismo

Cuba fue el país número 185 en firmar el tratado, el 169 en ratificarlo. Y claro, ahí están las cifras frías que se anuncian con bombo y platillo. Lo que no se dice es que mientras los diplomáticos del régimen estrechan manos en Viena, las madres cubanas siguen llorando a sus hijos encarcelados por pedir pan y libertad el 11 de julio. Lo que no se dice es que mientras el ministro sonríe en Austria, en la isla el pueblo sobrevive entre apagones, persecuciones y una economía de rapiña.

La dictadura se aferra a estos gestos internacionales porque sabe que hacia adentro no puede mostrar nada. Ni un hospital funcionando bien, ni un mercado abastecido, ni un kilovatio estable de electricidad. Entonces, fabrican titulares para vender la ilusión de que Cuba es un actor responsable en el tablero global, cuando en realidad es un Estado fallido, sostenido a base de represión y cinismo.

Que nadie se engañe: el mismo gobierno que firma acuerdos para detectar tsunamis es el que provoca un tsunami diario de desesperación en sus ciudadanos. Y ese desastre no lo registran las estaciones sísmicas del CTBTO, sino la memoria de un pueblo agotado.

Algún día, cuando la dictadura se derrumbe, tal vez los cubanos podremos firmar tratados que no sean un disfraz, sino un reflejo real de un país libre. Mientras tanto, los burócratas seguirán jugando a la diplomacia, y los cubanos de a pie, como siempre, pagando la factura de tanto engaño.

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