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Por Redacción Nacional

La Habana.- Santo Domingo, República Dominicana, reunió otro de esos encuentros que el régimen castrista llama “espacios de diálogo”. No sé cómo los cubanos residentes en ese país se prestan para acudir a esos «espectáculos» del régimen castrista. Esta vez fue el VII Encuentro de Cubanos Residentes en América Latina y el Caribe. Un evento en el que Ana Teresita González, directora general de Asuntos Consulares y Atención a Cubanos Residentes en el Exterior, habló con aire de «reconciliación» para soltar el mismo discurso reciclado de siempre: «queremos escucharlos», «estamos comprometidos», «su aporte es vital». Y bla, bla, bla.

González echó mano de las palabras correctas. Dijo que el Gobierno cubano está “dispuesto a escuchar” a sus nacionales en el exterior y que eventos como este “buscan una mayor articulación” entre los cubanos de dentro y fuera. Habló del “respeto” en el intercambio de ideas, del “perfeccionamiento del trabajo conjunto”, y hasta agradeció los donativos hechos “con sacrificio” por muchos de los participantes.

¿A quién pretenden engañar?

Esos mismos cubanos que ahora aplauden por mandar una caja de medicamentos o un ventilador para el hospital de su pueblo, no pueden ni siquiera invertir en una cafetería sin que el régimen les meta la mano hasta los tuétanos. Son los mismos a los que se les exige lealtad política como requisito para “colaborar con el desarrollo económico del país”. Los mismos que son fichados por la Seguridad del Estado si se les ocurre escribir una línea crítica en redes sociales o si comparten una opinión que no pase por el filtro del Ministerio del Interior y sus secuaces.

La directora del Minrex se atrevió, incluso, a hablar del bloqueo. Esa palabra que ya no tiene ni fuerza dramática porque el verdadero bloqueo lo tienen ellos mismos, con sus políticas absurdas, su burocracia sin sentido y su persecución al pensamiento libre. Y encima, pide que se coordinen más acciones con los “movimientos de solidaridad”. Como si la solidaridad consistiera en repetir consignas y organizar festivales de trova, mientras el pueblo cubano sigue sin luz, sin pan y sin esperanza.

También habló de la batalla digital. Invitó a los cubanos emigrados a “enfrentar la matriz de opinión negativa y mentirosa” que, según ella, hay en las redes contra Cuba. Lo encuentro el colmo. Es decir, que ahora quieren que los mismos cubanos que han tenido que marcharse huyendo del hambre, del miedo y del silencio impuesto, sean los defensores virtuales del régimen que los expulsó. Casi nada.

No puede haber diálogo con un régimen

La funcionaria cerró hablando de inversión extranjera, de pequeños capitales, de avances territoriales. Palabras bonitas que no alcanzan ni para una tarjeta SIM en Cuba. La dictadura no quiere que los cubanos del exterior inviertan; quiere que los cubanos del exterior donen. Que den, sin pedir nada a cambio. Que contribuyan sin cuestionar. Que envíen, pero no opinen. Que estén, pero no molesten.

La realidad es clara: mientras no exista voluntad política de cambiar las reglas del juego, todos estos encuentros no son más que una escenografía para ganar tiempo. Lo único que se perfecciona en estas reuniones es el guion de la manipulación. Aplauden, hacen la foto, y después los devuelven al aeropuerto con una sonrisa fingida, un tabaco de regalo y la amenaza tácita de que si un día piensan distinto, ya no serán bienvenidos.

Y que nadie se equivoque: el diálogo real empieza cuando se pueda hablar sin miedo, cuando no existan presos por pensar diferente, cuando se dejen de organizar actos de repudio virtuales contra quienes denuncian lo que ocurre en la isla. Todo lo demás es propaganda. Propaganda de la mala.

Mientras tanto, los cubanos siguen cargando donativos como mulos, y el régimen sigue vendiendo ese esfuerzo como prueba de su «respaldo popular». Una farsa que ya no se cree ni el que redacta los discursos.

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