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Por Datos Históricos
La Habana.- Cuando la energía del carbón y el gas parecían inevitables, una mujer cambió el rumbo de lo posible, allá por 1948. Se llamaba Mária Telkes, pero la historia la recuerda como “La Reina del Sol”.
En colaboración con la arquitecta Eleanor Raymond, diseñó en Massachusetts la Casa Dover Sun, una vivienda capaz de mantenerse cálida en los inviernos más gélidos sin necesidad de gas ni electricidad. El secreto estaba en la luz solar y en un mineral sencillo: la sal de Glauber (sulfato de sodio), que almacenaba el calor del sol durante el día y lo liberaba poco a poco durante la noche. Así nació una de las primeras casas solares pasivas del mundo, que funcionaba incluso en días nublados.
Para Telkes, la energía solar no era solo ciencia: era libertad. Veía en ella la posibilidad de que las familias comunes —sobre todo las mujeres que cocinaban con humo y vivían en casas mal calefaccionadas— pudieran tener hogares más saludables. A lo largo de su vida desarrolló hornos solares, sistemas de desalinización y tecnologías que dieron autonomía a comunidades enteras.
Con más de 20 patentes y un legado imborrable, Mária Telkes demostró que la energía limpia no era un sueño futurista, sino una realidad al alcance de quienes se atrevieran a imaginarla. Su vida fue un recordatorio de que el verdadero progreso no se mide solo en avances técnicos, sino en la capacidad de poner la innovación al servicio de la gente.