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La energía del engaño

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Por Oscar Durán

La Habana.- En Cuba, cada cierto tiempo, las promesas se repiten como un mantra ridículo, casi místico. Esta vez, la dictadura ha decidido volver a encender el foco de la esperanza colectiva con la llegada de los paneles solares. Sí, esos mismos que nos prometen independencia energética, revolución ecológica y el fin de los apagones. Pero el sol no se traga el humo.

Vicente de la O Levi, el ministro del apagón, como ya lo bautizó el pueblo, asegura que antes de que acabe el año tendremos 50 parques solares activos, capaces de generar 170 megavatios. Y no solo eso, prometen que para 2028 serán 2.000 los megavatios renovables instalados, como si el colapso eléctrico que sufrimos día tras día pudiera apagarse con promesas recalentadas. Mientras ellos hablan de transición energética, nosotros nos alumbramos con mechones de tela mojada en keroseno.

La propaganda, repetida por todos los medios del Estado, canta victoria antes de tiempo. Pero entre la euforia oficialista y la realidad que arde en los barrios, hay una distancia tan grande como la que hay entre el Capitolio y un solar en Marianao. Porque, aunque las cifras suenen esperanzadoras, lo cierto es que la red eléctrica del país no tiene cómo absorber esa energía. Las líneas están podridas, las subestaciones colapsadas, las baterías de respaldo son una broma de mal gusto, y las termoeléctricas siguen dando sus últimos estertores.

China pone dinero. Rusia hace promesas. Europa manda técnicos. Pero aquí, en el suelo caliente de la isla, el pueblo sigue apagado. Una mujer en Holguín instala dos paneles en su balcón para encender el ventilador de su hijo asmático. Un mecánico en Ciego de Ávila carga una batería de camión para encender una bombilla por las noches. Y en Yateras, los vecinos se turnan el uso de un generador que huele a desesperanza.

La energía solar, esa maravilla tecnológica que en otros países impulsa industrias enteras, aquí no alcanza ni para enfriar un pomo de agua. Todo sigue igual, o peor. Los apagones duran 14; 16, hasta 20 horas. El refrigerador es una vitrina de bacterias. La comida se pudre. Los niños estudian a la luz de una vela. Y el gobierno sigue vendiendo el relato de la soberanía energética como si viviéramos en Noruega.

El ministro habla de “una gran transición”, de “soberanía energética”, de “desarrollo verde”. Pero todo eso son titulares vacíos. Aquí no hay transición. Aquí hay estancamiento, podredumbre, cinismo. Ellos siguen inaugurando parques con tijeras doradas y fotos oficiales, el pueblo sufre quemado por el sol, sin un ventilador, sin agua fría, sin fe.

¿De qué sirve que el sol brille sobre los parques fotovoltaicos si la oscuridad sigue dentro de nuestras casas?

Postdata para los optimistas de ocasión:

El futuro no se construye con promesas solares que no encienden ni una linterna. Se construye con verdad, voluntad política y respeto por el pueblo. Y nada de eso existe en el sistema cubano. Así que no se engañen: lo único que genera electricidad en Cuba ahora mismo, es la rabia.

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