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La ecuación del fracaso o cómo las leyes de la Física pronostican el colapso eléctrico en Cuba

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- En la Cuba del discurso épico y la propaganda permanente, hay un lenguaje que el régimen no puede manipular: el de las matemáticas y la física. Mientras la narrativa oficial busca culpables externos para la crisis energética crónica, un análisis frío de los datos públicos – aquellos que se filtran entre los informes triunfalistas – dibuja un panorama terminal. El sistema eléctrico nacional no está en crisis; está en caída libre estructural. Y la cuenta regresiva tiene una fecha de caducidad calculable: entre 2027 y 2029.

La ecuación es sencilla y despiadada. Según cifras oficiales rezagadas y el consenso de ingenieros dentro y fuera de la isla, Cuba cuenta con una capacidad instalada teórica de 7.264 megavatios (MW). Una cifra que, estampada en un informe para la ONU, suena a solvencia. La realidad operativa, sin embargo, es un espectro de aquella potencia. En el día a día, la capacidad real disponible se desploma hasta un rango de entre 700 y 1.000 MW. Mientras, la demanda mínima del país oscila entre 1.600 y 2.500 MW.

Este abismo entre lo nominal y lo real no es un accidente puntual. Es el síntoma de un colapso anunciado durante décadas. La columna vertebral del sistema – nueve termoeléctricas principales – es un parque geriátrico e inválido. La mayoría superó hace años su vida útil de 30 años, operando hoy con más de 40 y 50 años de sobreexplotación, remiendos y mantenimiento deficitario. El resultado es una eficiencia cercana al cero. Del 2019 al 2023, la generación eléctrica nacional cayó un 26%. La tendencia no es una curva; es un precipicio.

La farsa del “bloqueo eléctrico”

La retórica gubernamental insiste en señalar al embargo estadounidense como el gran asfixiante. Sin embargo, ningún bloqueo externo explica la destrucción autoinfligida del 90% de la capacidad térmica. Ninguna ley de Washington impidió durante 30 años el mantenimiento mayor, la renovación tecnológica o la formación de cuadros. El éxodo masivo de ingenieros y técnicos – la fuga de cerebro más crítica – es un fenómeno de gestión interna, no de sanciones externas.

La corrupción, la incompetencia y la planificación centralizada fallida son los verdaderos combustibles de este desastre. Contratos de combustible opacos, piezas de repuesto que nunca llegan o lo hacen a destiempo, y la persistente inversión en una infraestructura obsoleta en lugar de una transición renovable genuina, han sellado el destino del sistema. Las energías renovables, mostradas como la gran esperanza en ferias internacionales, representan apenas un 5% de la matriz real, insuficiente para sostener una sola provincia.

El reloj de la aniquilación técnica

La proyección es una simple extrapolación aritmética. Si el sistema pierde entre un 5% y un 7% de su ya menguada capacidad operativa anual – la tasa actual – el colapso total y estructural llegará entre 2027 y 2029. Este no es un pronóstico político; es una conclusión técnica.

Hablamos de un escenario que trasciende los “apagones programados” de 8 o 12 horas. Es el apagón irreversible: provincias enteras sumidas en la oscuridad por semanas o meses; una red nacional fracturada en microsistemas aislados e inestables; La Habana, privilegiada por el poder central, succionando los últimos hilos de energía del país a oscuras; la industria paralizada por completo; la cadena de frío rota, con la comida pudriéndose en almacenes y hogares.

El apagón social: la verdadera catástrofe

Sin embargo, el verdadero punto de no retorno no será técnico, sino social. Y llegará antes. Cuando la capacidad térmica usable caiga por debajo del 30% – un umbral que se podría alcanzar entre 2026 y 2027 – el Estado perderá incluso la capacidad de administrar la miseria. Ni siquiera podrá garantizar esas 8 horas diarias -cuatro y hasta dos en algunos lugares del interior- de electricidad rotativa.

Ese será el Gran Apagón Social: hospitales con equipos vitales inoperantes; comunicaciones colapsadas; el ya moribundo transporte público, paralizado; el turismo, una de las últimas fuentes de divisas, evaporado. La sociedad comenzará a desintegrarse en la oscuridad, acelerando el éxodo migratorio hasta niveles dantescos.

La Física vs. la propaganda

El régimen cubano ha construido su relato sobre la base de la épica y la resistencia ante un enemigo externo. Pero frente a las leyes de la termodinámica, la corrosión del metal y la irreversibilidad del deterioro técnico, la propaganda es inútil. Cuba no necesita un bloqueo para colapsar. Su gobierno ha realizado, con eficiencia burocrática, la tarea de desmantelar su propia infraestructura vital.

La dictadura puede mentir a su pueblo, puede culpar a otros, puede prometer soluciones milagrosas. Pero la física no miente. Un sistema que en el papel genera 7.000 MW y en la realidad apenas 700 está, por definición, muerto. Solo queda esperar el momento en que el cadáver, ya en estado de descomposición avanzada, termine de desplomarse. Y cuando eso ocurra, que nadie diga que no había datos, cifras y fechas que lo anunciaban. Esto no es ideología. Es matemática. Y la ecuación ya está resuelta.

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