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Por Redacción Nacional
La Habana.- En medio del congelamiento diplomático que durante años ha caracterizado la relación entre Washington y La Habana, la figura del embajador estadounidense Mike Hammer ha irrumpido en el escenario cubano con una presencia inusualmente activa.
Desde su llegada en 2024, Hammer no se ha limitado al protocolo diplomático tradicional. En cambio, ha salido, ha escuchado y, sobre todo, ha observado. Sus recorridos por distintas esferas de la sociedad civil cubana y sus encuentros con sectores sensibles y actores simbólicos del conflicto político, han enviado un mensaje que trasciende el gesto. Estados Unidos no se ha retirado del tablero cubano.
A diferencia de etapas anteriores donde la representación diplomática norteamericana se mantenía en los márgenes del contacto social, Hammer ha desplegado una estrategia que prioriza el terreno, el contacto directo y la diplomacia de cercanía.
En diciembre de 2024, el embajador sostuvo una reunión con Berta Soler, líder del movimiento Damas de Blanco, y con la economista y opositora Martha Beatriz Roque. El encuentro tuvo lugar en vísperas del Día de los Derechos Humanos. El valor simbólico de este fue incuestionable. Se trataba de dos figuras históricas de la disidencia, y el mensaje era claro: el compromiso con los derechos fundamentales sigue siendo una prioridad para Washington.
Pero estos gestos no se han limitado al plano político. Hammer también ha buscado acercarse a sectores religiosos y culturales. En encuentros con líderes de la comunidad judía y con representantes de iglesias protestantes y católicas, ha subrayado el valor de la libertad religiosa. Esto se hace en contextos donde la dictadura ha ejercido históricamente un control riguroso sobre las expresiones de fe. La diplomacia, en este caso, adopta el rostro de una escucha activa. Reconoce los matices de una sociedad plural, más allá de sus tensiones ideológicas.
En paralelo, ha habido reuniones más discretas pero igualmente elocuentes. Funcionarios estadounidenses como Eric Jacobstein, subsecretario adjunto del Departamento de Estado, han sostenido encuentros con familiares de presos políticos. Han conversado también con otros actores sociales que representan los límites del sistema.
El mensaje ha sido reiterativo ante estas personas. Estados Unidos no ignora el costo humano de la represión política y seguirá vigilando, documentando y presionando en favor de los derechos fundamentales.
Por otro lado, la dimensión cultural ha sido también una vía de acercamiento. En la residencia del embajador de España en La Habana, Hammer participó en una velada donde coincidió con artistas como Polito Ibáñez y miembros del colectivo Los Carpinteros. La presencia de Hammer en este espacio no fue casual. Refleja un intento por anclar la relación bilateral también en la cultura, un terreno menos ideologizado, pero profundamente político.
Las autoridades castristas, por su parte, han respondido con una mezcla de cautela y apertura. Mientras el discurso oficial continúa denunciando el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, se han emitido señales de disposición a construir una relación “sobre bases de respeto mutuo”. Sin embargo, las diferencias persisten. Para La Habana, la eliminación del embargo sigue siendo una condición indispensable. Para Washington, los avances en materia de derechos humanos son el prerrequisito inevitable.
En este panorama, la figura del embajador Hammer no puede interpretarse como la de un simple funcionario en cumplimiento de deberes administrativos. Su presencia en calles, iglesias, salas de arte y reuniones con activistas lo convierte en un agente activo de la política exterior estadounidense en el terreno.
Su agenda, aunque no rompe con las líneas tradicionales del Departamento de Estado, sí actualiza el método. No basta con condenar desde la distancia; hay que mirar a los ojos, escuchar las historias, y estar donde ocurre el pulso de la nación.
En tiempos donde las grandes decisiones parecen estancadas, la microdiplomacia -ese tejido fino de encuentros, gestos y recorridos- puede marcar la diferencia.
Hammer lo ha entendido dentro de este contexto. Y en su andar por Cuba, quizás se estén escribiendo los primeros párrafos de una nueva etapa de hacer diplomacia en un país autoritario y violador de derechos humanos.