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La dictadura del fiado

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Por Redacción Nacional

La Habana.- El régimen cubano vuelve a mendigar disfrazado de estratega. Ahora el turno es con China, donde Díaz-Canel fue a presentarse como el alumno obediente de Pekín. Hablan de “reordenamiento” de deuda como si eso fuera sinónimo de progreso, cuando en realidad no es más que una confesión pública: la dictadura ha destrozado la economía hasta dejarla en ruinas, incapaz de sostenerse sin estirar la mano.

El ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Oscar Pérez-Oliva, lo adorna diciendo que esto dejará al país en mejores condiciones para interactuar. Mentira. Lo único que deja en evidencia es que Cuba ya no tiene crédito propio, solo funciona a base de favores y reestructuraciones.

Ese “reordenamiento” no trae beneficios para el pueblo, sino para la cúpula. Los empresarios chinos entrarán con fuerza en sectores claves, y el régimen venderá la soberanía como si fuera un producto de segunda mano.

Así lo hicieron antes con Rusia y con el Club de París. El resultado es el mismo: una dictadura que no paga lo que debe, que estafa a sus acreedores y que, aun así, encuentra quién le siga prestando. China no está apostando por Cuba; está apostando por un botín geopolítico en el Caribe. Y la dictadura, como siempre, se ofrece en bandeja de plata.

Mientras tanto, la isla vive en apagones interminables, sin medicamentos, sin alimentos y con un éxodo masivo. ¿De qué sirven las fotos en Pekín, los acuerdos firmados, las sonrisas de Díaz-Canel, si en Bayamo, en Santiago, en La Habana, la gente no tiene ni arroz para el mes? La propaganda habla de desarrollo, pero el cubano de a pie solo ve colas, hambre y represión. Lo peor es que cada nuevo acuerdo internacional solo garantiza que la maquinaria represiva siga aceitada, que los militares tengan combustible y que las cárceles sigan llenas de presos políticos.

El problema de fondo no es la deuda, sino quién la contrae. Si un gobierno democrático negociara con China, podríamos hablar de inversión, de oportunidades, de crecimiento real. Pero en manos de la dictadura, todo se convierte en otra cadena. Ya ocurrió con Venezuela: miles de millones despilfarrados en proyectos fantasmas y hoy no queda nada. Ahora será igual, con la diferencia de que los chinos se llevan un pedazo más grande del país. En Cuba, cada préstamo se traduce en más control y menos libertad.

La dictadura vende humo y compra tiempo. Ese es su verdadero negocio. Reordena deudas, pero nunca reordena el desastre interno. Hablan de soberanía mientras hipotecan la nación. Presumen de resistencia mientras viven de la caridad ajena. Díaz-Canel y su pandilla podrán posar con líderes extranjeros, pero la historia los retratará como lo que son: mendigos con uniforme de poder. Y cuando ya no tengan a quién pedirle fiado, será el pueblo, otra vez, quien pague la cuenta más alta.

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