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Por Manuel Viera ()
La Habana.- Hay personas que se fueron sin darse cuenta de que su salida no era para algunos más que el principio de algo. Se fueron sin darse cuenta que eran parte de una trama, de un guion.
Hay personas que se fueron para ser libres y hoy son libres. Personas que se fueron para vivir mejor y hoy viven mejor. Personas que se fueron para dar un mejor futuro a sus hijos y lo han logrado. Que se fueron porque no toleraban el comunismo y hoy respiran capitalismo.
Sin embargo hay personas que se fueron y que no paran de criticar al cubano de adentro con aquello de «cada cual tiene lo que se merece, yo ya soy libre». Me hacen reír cada vez que me dicen eso.
Lo gracioso es que la mayoría lo hacen arraigados hasta la médula, tristes de la lejanía y mientras depositan dinero en una agencia para enviar comida o dólares a su familia en Cuba. O mientras esperan con ansias la residencia para volar a Cuba o se pagan un boleto para viajar a la isla.
Lo gracioso es que no se percatan de que se puede ser tan esclavo del sistema estando afuera como estando adentro.
Lo triste es negar que es algo que toca al de acá y al de allá. Lo triste es no reconocer que precisamente los de acá y los de allá tenemos justamente lo que merecemos. Lo triste es no ver que somos cubanos estando acá o estando allá y que se puede abogar unidos por una realidad diferente desde acá y desde allá.
Lo que me duele realmente es que ni a los de acá ni a los de allá les resulte algo verdaderamente importante.