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Por Redacción Nacional

La Habana.- El vocero castrista, Humberto López, se sigue pasando tres cuadras con el tema del niño Damir. Su discurso es una estrategia bien conocida en la narrativa oficial cubana: admitir ciertas deficiencias del sistema de salud para mantener credibilidad, pero enmarcarlas dentro de un relato heroico donde las limitaciones se deben a factores externos y no a la gestión del régimen.

Al presentar a los médicos como víctimas de una campaña de desprestigio, López desvía el foco del problema real: la precariedad del sistema de salud cubano. Su llamado a “las puertas abiertas” no es un acto de conciliación, sino una reafirmación del control estatal sobre la vida de los ciudadanos, incluso en el exilio.

El ataque a Eliannis y al Dr. Ruano como “buitres” forma parte del patrón de deslegitimación de cualquier voz crítica. Es una manera de convertir a los denunciantes en enemigos de la patria, sin responder directamente a las denuncias que hicieron.

En cuanto a la credibilidad de López, la historia reciente demuestra que su función no es informar, sino sostener la narrativa del PCC a cualquier costo. Así que la pregunta clave aquí no es si se le cree, sino qué impacto tiene su discurso en una sociedad cada vez más consciente de las fallas estructurales del sistema.

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