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La Habana.- La muerte este martes del destacado bailarín y maestro Rubén Rodríguez, a los 68 años de edad, llena de luto a la danza cubana. Con su pérdida, la danza cubana también pierde a una de sus grandes figuras.
Rodríguez, considerado una de las glorias de la danza moderna cubana, falleció hoy en esta capital, informó el Portal Cubaescena.
Luego de conocerse la noticia de su fallecimiento, compañías, colegas y admiradores de su obra elogiaron a quien prestigió, desde un excepcional ejercicio de la profesión, la escena nacional y foránea.
Formado en la Escuela Nacional de Danza, el intérprete «vivió la danza no como un oficio, sino como una forma de existencia. Su cuerpo, herramienta y templo, era el vehículo a través del cual expresaba la técnica, la historia, la identidad y la emoción de un pueblo».
Como primer bailarín de Danza Contemporánea de Cuba, su presencia escénica era imponente, pero nunca grandilocuente. Su fuerza física se combinaba con una sensibilidad que hacía que cada línea de su cuerpo contara una historia, destaca la nota.
Su interpretación, añade, era una experiencia total, una comunión entre bailarín y espectador que pocas veces se logra en la danza contemporánea.
«Esta capacidad interpretativa no surgía de la improvisación ni del mero talento natural; era el resultado de años de estudio, reflexión y una entrega absoluta al arte».
Como maestro, sus contribuciones fueron igual de significativas para la evolución de la danza moderna en la nación. «Su influencia se extendió mucho más allá de su propia generación. Dejó una huella indeleble en numerosos bailarines y coreógrafos que hoy continúan su legado».
Obras como Michelangelo, creada especialmente para él por Víctor Cuéllar, pusieron en evidencia su dominio del lenguaje corporal. También revelaron su habilidad para encarnar personajes complejos, con una profundidad emocional que trascendió la coreografía misma.
Rubén Rodríguez partió a la eternidad como una de las figuras más representativas del arte danzario en la mayor de las Antillas. Dejó una impronta técnica y artística, una manera de entender la danza y de vivirla.(Agencias)