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Por Pedro de Jesús López Acosta ()
Los incendios de Felton 2 y Mariel 6 y 7 hicieron muchísimo daño a la disponibilidad de potencia térmica en el sistema eléctrico nacional, que perdió más de 400 MW en menos de cuatro meses.
También fue muy dañino el de la base de supertanqueros de Matanzas. Sin contar las vidas humanas que allí tuvieron su fin, el país vio reducida en un santiamén su capacidad de almacenamiento de combustible en poco más de un millón de barriles (el equivalente a la cantidad de crudo que Cuba produce más o menos en un mes).
A veces, cuando mi mente conecta estos incendios a otros que han sucedido en los últimos años en el país, me da por pensar que se trata de una cadena de acciones intencionales, es decir, sabotajes.
Sin embargo, quizá no haya que imaginar causas tan tremendas. Podrían ser la desidia institucional, la falta de rigor en el cumplimiento de las medidas de seguridad y en los planes de prevención, la ineptitud de dirigentes y operarios… La anomia que campea en el país.
Pienso en esto ahora que veo la noticia del derrame de un combustible que llevaba almacenado ¡diez años! en una antigua termoeléctrica matancera y nadie se había ocupado de él.
¿No habrá pasado algo semejante con tantas otras cuestiones clave del sistema eléctrico, y ahora resulta más cómodo echarle la culpa al bloqueo?
El último mantenimiento capital que recibió la Guiteras fue en 2011. De ese mismo año databa, hasta hace poco, la última intervención que se había hecho en la turbina de Céspedes 3. Eso leo en diferentes medios oficiales.
Si es una regla que los mantenimientos capitales en las unidades térmicas deben acometerse cada 5 años, y en 2016 aún estábamos a pululu con Venezuela y sin las medidas de la primera temporada trumpiana, ¿por qué no se hicieron esos mantenimientos capitales cuando los protocolos tecnológicos lo exigían?
Ahí lo dejo.