Tomado del Facebook de Héctor Miranda
()«La libertad ha de ser una práctica constante para que no degenere en fórmula banal. El mismo campo que cría la era, cría las ortigas. Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas; las castas se entrebuscan y se hombrean unas con otras» (José Martí)
Hubo un tiempo en mi vida en el que creí ciegamente en los políticos. Y también en los periódicos, en aquello de que la palabra escrita era casi sagrada. Es verdad, me decía, porque lo leí en tal lugar, como si el texto de referencia hubiera sido puesto allí por una mano santa, sagrada, incapaz de mentir o de manipular. Por suerte, aquello es parte del pasado y desde hace mucho no creo en los políticos, aunque en algunos menos que en otros.
Si quieres ser político, en primer lugar, debes tener la cara dura. Incluso, muy dura. Y me refiero a los que hacen política de verdad, no a esos convidados de ocasión, escogidos por cualquiera sabe quién para aguantar el palo o poner la cara, como hay muchos en la tierra donde nací.
Para mí, la clase política es abominable. Y lo es más cuando apela a argumentos increíbles y luego hace campaña para que los de abajo, que son siempre los que sufren las nuevas medidas, los paquetazos económicos, se crean a pie juntillas lo que pregonan a los cuatro vientos, y hasta se crean que los políticos son bondadosos.
No voy a dar más rodeos: en la última sesión de la Asamblea Nacional, el primer ministro de Cuba habló sobre lo importante que era para el país subir el precio de los combustibles, y divagó un rato sobre el tema. Incluso, llegó a decir que era necesario equiparar los precios con los de otros países de la región, y yo me imaginé, cuando lo escuché, que se refería al Caribe. Tal vez al precio de los combustibles en Jamaica, Haití, República Dominicana, Puerto Rico, Barbados, Trinidad y Tobago. Pero si usted quiere ser más inclusivo, puede irse hasta México, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, o hasta Colombia y Venezuela.
Dijo el hombre, cuyo nombre prefiero pasar por alto, que con un dólar se podían comprar hasta nueve litros de gasolina, por ejemplo. Pero olvidó sacar otras cuentas. O no, porque puede que ex profeso las pasó por alto, porque hay cálculos que no les conviene hacer a los dirigentes cubanos.
No se preguntan a cuántos dólares equivale el salario de un médico, de un maestro, de un obrero agrícola, de alguien que limpia pisos y baños en un hospital, o de un jubilado que trabajó durante 45 años en cualquier cosa. Y tampoco se cuestionan cuál es el verdadero poder adquisitivo de ese salario o de esa pensión. Para eso no se toman el trabajo de equiparar. O si lo hacen, se lo guardan, porque no les conviene airearlos.
Pero voy a lo de los combustibles: el alza de los precios encarecerá aún más la vida de la gente, del humilde, del pobre, del que apenas sobrevive en un mar de limitaciones. Desde ahora será más caro el tomate, ir al médico en un auto alquilado -porque transporte público no hay-, las medicinas en el mercado negro, un par de zapatos, una cerveza… Todo subirá de precio, aunque los gobernantes intenten poner unos límites que solo ellos creen en su cumplimiento.
El primer ministro sabe todo eso y lo de equiparar los precios del combustible no fue un desliz. Lo dijo para intentar ser creíble, porque en el fondo sabe que mintió. Está convencido de que subir el precio de los carburantes no resolverá el problema de los de abajo. Solo alguien muy tonto pensaría lo contrario y este no tiene cara de eso.
Eso sí, a él no le interesa lo que suceda con los de abajo, porque la cúpula está contenta con su vida de aviones y autos, vinos y licores, residencias y hoteles, carnes y mariscos, paz y despreocupaciones.
Post Views: 162