LA BIBLIOTECA NACIONAL Y SUS REGLAS
Por Jorge Luis García Fuentes
Hermosillo.- Como varias tardes a la semana me toca hacer una espera relacionada con mis hijos pequeños, en una acogedora biblioteca de esta ciudad.
Hoy me vino un recuerdo de La Habana mientras aprovechaba ese par de horas investigando y escribiendo. De cuando estudiaba teatro y me pasaba muchas horas en la Biblioteca Nacional. Ahora, igual que entonces, me agrada trabajar lo mío mientras escucho música. Ahora solo me conecto con los audífonos y selecciono lo que mejor me funciona como ambiente, pero en aquella época eso no era tan sencillo.
Descubrí que en aquel edificio había un piso con fonoteca. Tenían tocadiscos con audífonos rusos de casco, parecidos a los de la segunda guerra mundial, uno llegaba y pedía discos de vinilo, de música clásica, digamos, y podía sentarse a escuchar mientras leía o tomaba notas.
El problema fue cuando, después de algunos días de frecuentar la sala, me preguntaron cuál era mi carrera y descubrieron que lo hacía por distracción, por disfrute personal. Me dijeron que los discos no eran para eso, que podían dañarse, que eran para estudiarlos, que si yo no era estudiante de música no podía abusar de ese servicio, que aquello no era una discoteca turística. Me botaron y no me permitieron volver.
Uno podría suponer que para esos empleados habría sido reconfortante que un jovencito pasara horas escuchando Mozart, Beethoven o Franz Liszt, pero no, no era tan así. Había reglas y yo no tenía tantos derechos como creía.
Bueno, a estas alturas, sonrío. No sé que habrá sido de esas personas, si ya se jubilaron o se fueron del país, pero por mi parte yo estoy en una biblioteca, trabajando, leyendo, escribiendo sobre cualquier tema, y escuchando la música que me da la gana.
Y se siente bien.