En el panteón anticastrista hay muchísimos ejemplos de arrojo, de coherencia, de honestidad y constancia. No se pueden olvidar los nombres de Pedro Luis Boitel, Hubert Matos, Mario Chanes de Armas, Martha Frayde, Georgina Cid, Olga Morgan, Aracelis Rodríguez, Luisa Pérez, Ofelia Rodríguez Roche, Armando Valladares, Ricardo Bofill, Gustavo Arcos Bergnes, Laura Pollán, Oswaldo Payá Sardiñas, Oscar Elías Bicet, Wilman Villar, Orlando Zapata, Marta Beatriz Roque, Vladimiro Roca, Oscar Espinosa Chepe, José Daniel Ferrer, María Elena Cruz Varela, Dagoberto Valdés, Raúl Rivero, Carlos Alberto Montaner, Reinaldo Arenas, Luis Cino, Ángel Santiesteban-Prats, Maykel Osorbo, Luis Manuel Otero Alcántara.
La nación cubana ha sido doblemente traicionada. La traición adentro, la que se fraguó en la sombra, ejecutada por Fidel Castro, Ernesto Guevara y una pandilla de cobardes y criminales, y la traición afuera, la del Occidente decadente y cómplice que no quiso, que no quiere escuchar a las víctimas ni el estruendo de las fusilerías en los paredones. En la tragedia hemos estado solos, el mundo prefirió reverenciar al déspota que ofrece playas, ron, tabaco y prostitutas a cambio de silencio.
En una larga lista de la infamia están, entre otros, los nombres de John F. Kennedy, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, José Saramago, Antonio Gades, Luis Eduardo Aute, Robert de Niro, Joaquìn Sabina, Joan Manuel Serrat, Noam Chomsky, Michael Moore, Oliver Stone, Michelle Bachelet, Lula Da Silva, López Obrador, Justin Trudeau, Cristina de Kirchner y el jefe del Vaticano Jorge Mario Bergoglio, alias Papa Francisco. Entre las víctimas y los victimarios, ellos, los infames, eligieron al Minint, a la familia Castro-Ruz, a Villa Marista.
A pesar del terror y la mentira, no han podido, sin embargo, extirpar el gen cimarrón de la resistencia y el deseo del cambio. No, no somos un pueblo de cobardes y pusilánimes que ha bajado la cabeza y se ha rebajado ante el verdugo. Los guerrilleros del Escambray, los expedicionarios de Girón, la toma de la embajada del Perú, el “Maleconazo” del ’94, la Primavera Negra del 2003, los 10 mil fusilados, las 20 000 firmas del Proyecto Varela, los más de 30 mil presos políticos, y la protesta nacional del 11 de julio de 2021, son la prueba de rebeldía y valor de un pueblo que se niega a vivir y morir en cadenas.
Hoy, unas palabras en forma de agradecimiento personal a los hermanos Omara y Ariel Ruiz Urquiola, dos jóvenes de este tiempo que decidieron decir su verdad, no callar el abuso y han pagado caro su atrevimiento.

Ambos profesionales, Ariel, un biólogo, profesor e investigador universitario y Omara, profesora de Historia de diseño y Cultura cubana en el Instituto Superior de Diseño de la Universidad de la Habana, fueron expulsados de sus centros de trabajo e investigaciones y sometidos a un acoso permanente desde que en el 2015 declararan una abierta disidencia frente a la política oficial y los crímenes de Estado.
El ensañamiento del castrismo contra los hermanos Ruiz Urquiola no reconoce lìmites. Omara es una paciente diagnosticada de cáncer desde el 2006, a la que el sistema de salud cubano daba por desahuciada, negando los medicamentos y el tratamiento adecuados en varias ocasiones, aduciendo problemas de suministro y disponibilidad, situación que ha puesto en peligro su vida y que ha sido superada sólo por las denuncias y el cuidado permanentes de su hermano Ariel, que ha sido su médico, asistente y enfermero en todos estos años.
Ariel por su parte sufre de SIDA, enfermedad detectada en chequeos y pruebas médicas en Europa y que señalan que el virus del VIH fue inoculado por la propia Seguridad del Estado mientras él se encontraba recluido en un hospital.
Las agresiones no se han limitado al ámbito laboral, psicològico y físico. La familia Ruiz Urquiola, amante de la naturaleza y los animales, tienen una pequeña finca en Viñales, Pinar del Río, y hasta allá han llegado los comisarios y cómplices de la dictadura para, de alguna manera, destruir lo que una familia se empeña en crear. Amenazar con multas y desalojos, romper las cercas, matar animales, robar o cortar plantas y árboles es la orden contra Omara y Ariel. Cuando alguien quiera saber hasta dónde puede llegar la crueldad y el odio de un sistema político contra la gente común, tendrá que revisar los archivos del Caso Ruiz Urquiola.
Hoy, Omara y Ariel Ruiz Urquiola sufren la enfermedad y el destierro en total soledad y desamparo, ven con indignación la complicidad de gobiernos occidentales y organismos internacionales como la ONU y la Unión Europea con el régimen que los expulsó de su Patria y no les permite el regreso.
Los dos añoran el reencuentro con sus cultivos, con sus crías de animales, con sus amigos; extrañan el beso de una madre que, a sus más de 70 años y sin compañía, resiste las amenazas y el vandalismo en una pequeña casa de campo.
Pero, ni todo el horror del mundo ni los golpes más duros han quebrantado la voluntad de dos hermanos. El carácter insumiso y la actitud rebelde de Omara y Ariel no les permiten el descanso, la depresión o el miedo. Allí están los dos con su denuncia directa y firme, con sus huelgas, con sus marchas y conferencias, con el silencio inquisidor o el grito más íntimo. Aquí, entre nosotros, siguen Omara y Ariel, con su inalterable canto a la condición humana y la libertad de Cuba.