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Por Yeison Derulo
La Habana.- El acuerdo firmado entre los partidos gobernantes de Venezuela y Cuba es otra función más dentro del teatro de las dictaduras latinoamericanas. Lo venden como “fortalecimiento de lazos de amistad”, cuando en realidad no es más que un pacto de supervivencia entre dos regímenes que dependen mutuamente para sostenerse en pie. Mientras Diosdado Cabello agradece a La Habana por la supuesta solidaridad, en Cuba hay madres que hacen colas interminables para conseguir un litro de aceite o un antibiótico que no aparece. Esa es la verdadera cooperación: la de las miserias compartidas.
El Partido Comunista cubano habla de “acción política, diplomática y comunicacional”, claras palabras que intentan tapar la catástrofe nacional. No tienen credibilidad alguna para hablar de soberanía cuando en su propia isla la gente tiene que pagarle a un revendedor para conseguir una aspirina.
Por eso el puch in bag de Roberto Morales Ojeda promete respaldo a Caracas, ¿qué respaldo le da su partido a los cubanos que sobreviven en un país apagado, sin alimentos ni medicinas? Ninguno. El discurso de solidaridad se desvanece cuando el pueblo está condenado a resistir a base de consignas y hambre.
Las áreas de cooperación enumeradas —salud, deportes, educación, comunicación, alimentación, ciencia y energía— parecen un mal chiste. En salud, Cuba exporta médicos como mercancía mientras sus hospitales están en ruinas; en educación, miles de jóvenes prefieren huir antes que someterse a un adoctrinamiento inútil; en energía, los apagones son el pan de cada día. ¿De qué cooperación hablan? Lo que hay es un intercambio de fracasos. La Habana exporta represión, Caracas paga con petróleo. Ese es el verdadero contrato.
El cinismo es tan grande que lo presentan como un “encuentro grato”. Grato para ellos, que viajan en aviones prestados, se hospedan en hoteles de lujo y hacen conferencias de prensa para aplaudirse entre sí. Grato para los burócratas que firman acuerdos vacíos, mientras los pueblos viven en la angustia de no saber qué van a comer mañana. Esa es la hermandad de las dictaduras: una red de complicidad donde se sostienen mutuamente a costa del sufrimiento ciudadano.
Este tipo de farsas debería indignar a cualquiera. No se trata de cooperación entre naciones, sino de cooperación entre élites que se niegan a soltar el poder. Venezuela y Cuba no se fortalecen con acuerdos como este: se hunden juntas, arrastrando a millones de inocentes. Mientras más hablen de soberanía y amistad, más evidente resulta que son dos gobiernos aislados, desesperados y sostenidos por la represión. La dictadura cubana se aferra a estas alianzas porque sabe que, sola, no resiste ni un minuto más.