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Por Rey González ()
Julito Martínez fue uno de los actores más admirados de mi generación, y alcanzó una enorme popularidad gracias a su inolvidable protagónico en una de Las Aventuras más exitosas de la televisión cubana: Las Aventuras del Zorro. Su rostro, su carisma y su talento quedaron grabados en la memoria colectiva de millones.
Pero su fama, lejos de ser celebrada, fue castigada. Se tejieron historias y argumentos absurdos que afectaron a varios de los llamados «galanes» de la época.
A Julito lo enviaron a la agricultura durante varios años, como si tener admiradores fuera un delito. Algunos colegas suyos, apenas pudieron, abandonaron el país.
Otros, como él o Enrique Almirante, decidieron quedarse en Cuba, aunque fueron prácticamente apartados de la televisión.
Por suerte, Teatro Estudio —gracias a la siempre valiente y visionaria Raquel Revuelta— les abrió las puertas y les permitió continuar su arte sobre las tablas. Más adelante, ya con el paso de los años y con las “barriguitas” que la vida trae, se les permitió regresar, ya no como ídolos juveniles, sino como veteranos sin “peligro” para quienes alguna vez les temieron.
Años después, Julito también salió de Cuba. Falleció en Miami, lejos de su isla, pero no lejos del corazón de quienes nunca lo olvidamos.