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Por Anette Espinosa()
La Habana.— Las redes sociales le cayeron a la ministra de Trabajo y Seguridad Social con la furia de un ciclón. Tan dura fue la bofetada que ni su protector, Miguel Díaz-Canel, pudo salvarla. En horas, sus declaraciones se adueñaron de internet, y miles de cubanos, cuchillo en mano, las diseccionaron como anatomistas de la indignación. Cada cual se convirtió en un Da Vinci del descontento.
Los hombres y mujeres honestos de este país no se mordieron la lengua. Cuestionaron aquellas palabras hirientes. Exigieron. Emplazaron. Otros, en cambio, esperaron en la sombra, agazapados. Entre esos, el policía de Buena Fe, El Necio, y Joel García, el director de Trabajadores.
Como siempre, aguardaron el primer pronunciamiento oficial. Y una vez obtenida la patente de corso, salieron a pescar su minuto de gloria. No me detendré en Israel Rojas ni en el periodista tonto que se hace llamar El Necio. Iré directo a Joel García, una culebra en un mundo de serpientes.
El dizque director de Trabajadores no solo habló de los «errores» de Marta Elena Feitó, de la importancia de las redes o apuntaló a su ídolo de turno. Sí, porque él idolatra al que no tiene casa, como antes hizo con Raúl Castro. O, más atrás, con el hermano muerto de este último.
Pero la sabandija de Joel García fue más allá: sacó pecho y recordó que, hace más de un año —el 8 de abril de 2024—, el periódico que ahora dirige publicó «Los rostros del silencio gritan», un reportaje que supuestamente dejaba al descubierto la situación de miles de personas en el país.
(Lea aquí: https://www.trabajadores.cu/20240408/los-rostros-del-silencio-gritan/)
En su publicación, Joel García incluso se atreve a criticar a los diputados que estuvieron frente a la ministra y aplaudieron: «Lo más preocupante no son solo las desafortunadas palabras de la ministra este 14 de julio, sino que los propios diputados y la Comisión en cuestión no se pronunciaran como luego sí lo hicieron muchos cubanos en redes sociales y comentarios callejeros, a quienes representan en esta Asamblea».
Pero, claro, no se cuestionó por qué los diputados no se pronunciaron. Y eso que él lo sabe mejor que nadie: lleva tres décadas sirviendo al régimen sin pestañear.
Joel García, como peón bien entrenado, conoce el juego: un alto porcentaje de esos diputados son ministros, dirigentes del Partido, gobernadores, líderes históricos, generales y coroneles. Esos no cuestionan nada y, a veces, ni siquiera aparecen por la Asamblea.
La otra parte, la del relleno, son unos imbéciles puestos allí para hacer quórum y levantar la mano al unísono. Exactamente como él ha hecho en reuniones de periodistas: sin pensar, sin chistar, tragando entero.
A él, para mantenerlo manso, le dieron un apartamento en Infanta y Manglar, en el otrora lujoso edificio conocido como Fama y Aplausos. Allí vivía Alfredo Morales Cartaya, aquel ministro de Trabajo, con toda su familia (en dos apartamentos, porque en uno no cabían). También Rogelio Polanco y Rosa Miriam Elizalde (en pisos separados, aclaro). Y, para no ser menos, chicharrones como Rodolfo García y Juvenal Balán. ¡Vaya CDR de lujo!
Con lo de la ministra, Joel García perdió una oportunidad de oro para quedarse callado. Pero no: habló. Salió a reclamar su migaja de protagonismo y a apuntarse un mérito. Aunque, ¿quién se sorprende? Este personaje siempre ha sido así: un perro que ladra, pero nunca muerde la mano que lo deja comer.