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Jinete y su corcel en el desierto (1872), de Jean-Léon Gérôme

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Por Edi Libedinsky ()

En el vasto silencio del desierto, un hombre llora al único compañero que lo mantuvo con vida.

Jinete y su corcel en el desierto (1872) de Jean-Léon Gérôme despoja de toda grandiosidad para mostrar la cruda supervivencia y la pérdida. En medio de un paisaje interminable y abrasado por el sol, un jinete se arrodilla junto a su caballo caído.

El animal yace extendido en la arena, con la silla de montar aún atada, sin vida bajo el calor implacable.

El jinete acuna su cabeza con ternura, su postura pesada de dolor. Sus armas y equipo son arrojados a un lado… porque en este momento, nada importa excepto el vínculo entre el hombre y el animal.

En el desierto, un caballo era más que un medio de transporte; era la vida misma. Perderlo no solo significaba angustia, sino también la posibilidad de la muerte.

Gérôme, famoso por sus obras orientalistas, no idealiza aquí. En cambio, nos da una imagen de vulnerabilidad: un hombre empequeñecido por un paisaje hostil, lamentando a su compañero mientras las montañas se ciernen indiferentes en el fondo.

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