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Inquisición, KGB y CDR: cómo el castrismo recicló la vigilancia vecinal de otros regímenes

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Por Albert Fonse ()

Acabo de ver un documental de la agencia alemana DW, se llama Cómo la revolución castrista se convirtió en un régimen autoritario en Cuba, publicado ayer. Lo recomiendo porque es educativo en general, aunque siempre hay que tener en cuenta que este medio es de izquierda y filtra la realidad desde ese prisma.

En el trabajo aparece el escritor cubano Amir Valle, que deja caer la idea de que los CDR fueron una creación original de Fidel Castro, inspirados en su experiencia de lucha contra Batista. Esa visión es parte del mito. La verdad es que Fidel no inventó nada, simplemente importó y adaptó un modelo de control social que ya estaba diseñado y perfeccionado en la Unión Soviética, y que se había usado antes en distintos momentos de la historia para someter pueblos a base de miedo y vigilancia.

Los antecedentes de este tipo de organizaciones son antiguos. La Inquisición convirtió al vecino en delator, con la hoguera como castigo. En la Revolución Francesa, los comités de vigilancia decidían quién debía ser guillotinado por “enemigo de la revolución”. En el siglo XIX, el zarismo usó la Ojrana, una policía política sostenida en informantes de barrio, y en la Cuba colonial los cuerpos de voluntarios cumplían la misma función para sofocar conspiraciones independentistas.

Sus referentes

El siglo XX afinó la maquinaria. Hitler puso a cada cuadra bajo la lupa de sus Blockleiter, Mussolini organizó sus comités barriales y Stalin hizo de la delación una obligación cotidiana en la Unión Soviética. Mao en China cerró el círculo con comités vecinales que controlaban hasta la comida que llegaba a cada familia.

Cuando Fidel buscó el respaldo de Moscú, ya tenía la plantilla. El 28 de septiembre de 1960, tras unos petardos en La Habana, anunció los CDR como si fueran una creación cubana para “defender la revolución”. En realidad, eran la versión tropical de un esquema totalitario que llevaba siglos perfeccionándose, ahora disfrazado de fiesta popular con tambores y discursos.

El objetivo nunca fue proteger, sino quebrar la confianza entre vecinos, convertir la solidaridad en miedo y garantizar que la dictadura tuviera ojos y oídos en cada manzana.

Los CDR no son un invento original, sino la última mutación de un monstruo viejo: inquisidores, jacobinos, zares, nazis y comunistas ya habían ensayado lo mismo. Lo único que aportó Fidel fue la guayabera y el teatro caribeño para maquillar un aparato diseñado exclusivamente para matar la libertad desde la intimidad del barrio.

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