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HOY EN LA HISTORIA: 15 AÑOS DE LA MUERTE DE ARNE NAESS

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Por José Walter Mondelo
La Habanha.- Hace hoy 15 años de la partida del gran Arne Naess, pensador, escritor, montañista, militante ambientalista, fundador de la ecología profunda y el más reputado filósofo noruego del siglo XX.
Inspirado por Spinoza, los textos budistas, Gandhi y Aldo Leopold, y leyendo la obra de Rachel Carson Silent Spring, Naess se dio cuenta de que su amor por la naturaleza tenía que pasar a la acción si quería que sus ideas tuvieran algún significado. En 1969, a los 57 años, renunció a su cátedra en la Universidad de Oslo y se volvió un activo protector de la naturaleza, «para vivir”, dijo, “en lugar de funcionar.» En 1970, se unió a las familias de granjeros que vivían cerca del pueblo de Myvatn, Noruega, para detener la construcción de una presa en el río Laxá (“salmón”) que amenazaba con inundar sus granjas. Esta exitosa campaña, junto con el movimiento Chipko en la India marca el inicio de las acciones de protección al medio ambiente que más tarde inspirarían el primer movimiento de Greenpeace.
En su artículo “The shallow and the deep. Long-range ecology movements”, distingue dos grandes posturas en los planteamientos de los movimientos ecologistas. La primera se caracteriza por proponer: “un movimiento ambientalista antropocéntrico, tecnocrático y ‘poco profundo’, preocupado esencialmente por la contaminación, reducción de las materias primas, y de la ‘salud y prosperidad de las personas en los países desarrollados’”, y la segunda postura plantea un “movimiento ecologista profundo y de largo alcance”, de ‘carácter ecocéntrico’”. Esta última visión se caracteriza por conclusiones científicas e intuiciones ecológicas afines a filosofías y cosmovisiones indígenas. Ésta es la base de su «ecología profunda».
Arne Naess propuso ocho principios que definen las condiciones para vivir y trabajar en pos de cambios en nuestras relaciones humanas y con el planeta acordes a esta filosofía. Son los siguientes:
1. El florecimiento y el bienestar de la vida humana y no-humana en la Tierra poseen un valor por sí mismos. Estos valores no dependen de la utilidad del mundo no-humano para los objetivos humanos.
2. La riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la realización de estos valores y constituyen además valores por sí mismas.
3. Los seres humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad excepto para satisfacer necesidades vitales.
4. El florecimiento de la vida humana y no-humana requiere una población humana más pequeña.
5. La interferencia humana actual con el mundo no-humano es excesiva, y la situación está empeorando rápidamente.
6. En consecuencia, las políticas deben ser cambiadas. Estas políticas afectan estructuras económicas, tecnológicas, e ideológicas básicas. El estado de las cosas resultante será profundamente diferente del actual.
7. La transición ideológica principalmente será la de apreciar la calidad de vida (que prospera en situaciones de valor intrínseco) más que adherirse a un estándar de vida cada vez más elevado. Habrá una profunda conciencia de la diferencia entre el “tamaño grande” y la grandeza.
8. Aquellos que suscriben los puntos anteriores tienen directamente o indirectamente una obligación de intentar implementar los cambios necesarios.
Naess afirmaba que «si prestamos suficiente atención al mundo que nos rodea, no podemos sino identificarnos con todos los seres vivos, bonitos o feos, grandes o pequeños, sensibles o no.”
“El apreciar un bosque o una montaña no menosprecia nada de lo que hacen los seres humanos”, decía. “No queremos decir que todos los seres vivos tengan el mismo valor que los seres humanos, pero sí que tienen un valor intrínseco… el derecho de vivir y florecer.”
Naess insistió en que a través de esta forma de madurez, descubriríamos que la calidad genuina de la vida tiene muy poco que ver con el consumo, la riqueza y el poder. Resumió lo anterior en un proverbio para vivir con ligereza sobre la tierra, que definía su vida: “Medios más sencillos, fines más ricos.”

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