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Por Esteban Fernandez-Roig Jr. ()

Miami.- Un vago consuetudinario llamado originalmente Hipólito Ruz “se perdió” antes de llegar al ataque al Moncada el 26 de julio de 1953. Puso pies en polvorosa sin realmente haber combatido personalmente en el asalto y regresó protegiéndose debajo de la sotana de Monseñor Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba.

Cumplió varios meses de cárcel, comiendo espaguetis en salsa verde, langostas y fumando tabacos “H. Upmann”. Una absurda amnistía y… para la calle.

En México se vistieron de verde olivo, se montaron en un barco y desembarcaron en nuestro país.

En realidad fue un naufragio. Fidel, Raúl, y 15 o 20 perdularios asustados, corrieron despavoridos, dos guajiros traficantes de marihuana les “tiraron un cabo” y los subieron a lo más alto de una montaña, donde los soldados apenas se acercaban. Crearon un mito. Un fraude garrafal.

No fue una guerra sino un montón de pequeñas escaramuzas. Casi se puede decir que fue un largo picnic. Más que una lucha contra el régimen, fue un concurso de simpatías.

Amedrentaron y mataron a campesinos indefensos de la Sierra Maestra. Y en La Habana, bajo la dirección de los terroristas Gustavo Machín y Raúl Díaz Argüelles, asesinaron a policías desprevenidos.

Bajo las órdenes de Sergio González, “El Curita”, pusieron indiscriminadamente bombas hasta en los cines.

No fue tal victoria

El 31 de diciembre de 1958 Batista se montó en un avión y se fue; abandonó el territorio nacional..

No hubo victoria, y sí hubo un triunfo fue de todos, de todos los grupos opositores. El “Directorio”, la “Organización Auténtica”, la “Triple A” de Aureliano Sánchez Arango, combatieron grandemente, y sus miembros se jugaron la vida un millón de veces más que los fidelistas.

Castro no salió disparado para La Habana, sino que cobarde y maquiavélicamente ordenó un paro general en toda la nación para que nada ni nadie pudiera moverse en toda la Isla y después partió en una larga, tediosa y mañosa caravana.

El kilométrico desfile duró varios días por toda la carretera Central, buscando que cientos de oportunistas se unieran a la parada y cuando llegó a la capital ya era una fuerza enorme, capaz de tomar el poder y de eliminar a la “competencia”.

Inmediatamente comenzó una labor de zapa encaminada a adueñarse de la nación cubana.

Se inició un baño de sangre para aterrorizar al país. No solo mató y encarceló a los derrotados batistianos, sino a todos los que simplemente discreparan.

Incautaron y se fueron a vivir en las mejores mansiones abandonadas por los representantes del batistato. Se robaron los mejores carros. Más tarde llegaron al extremo de congelar todas las cuentas bancarias del país.

Dueño absoluto del país

Intervinieron todos los negocios, acabaron con la propiedad privada, engañaron a los guajiros prometiéndoles una Reforma Agraria donde los Castro terminaron siendo los únicos latifundistas de la nación; prometieron una Reforma Urbana y Castro terminó como dueño de todas las casas del país.

Prometieron unas elecciones libres en dos años. En su lugar, el 28 de septiembre de 1960, crearon los Comités de Chivatos en cada cuadra para que una familia castrista pudiera vigilar todos los movimientos de sus propios vecinos y delatar cualquier actividad que consideraran antirrevolucionaria.

Enviaron a miles y miles de cubanos a inhumanas cárceles. Ensangrentaron al país y millares de compatriotas, los mejores de la nación, cayeron ante el paredón de fusilamiento gritando “¡Viva Cristo Rey!”

Crearon un bestial cuerpo de represión y terror copiado de la Stasi alemana.

Obligaron a más de un millón de cubanos a abandonar el país convirtiéndolos en desterrados.

De pronto se acabó la comida, las medicinas, las frutas, la ropa, echándole la culpa a un inexistente bloqueo.

Expulsaron de los Institutos y Universidades a los estudiantes que no comulgaran con la recién estrenada dictadura.

Expulsiones, destierro…

A los sacerdotes los montaron en el barco Covadonga rumbo al destierro y a las monjas las subieron a la fuerza a guaguas rumbo al Aeropuerto. Les gritaban “prostitutas” y las escupían.

Las turbas entraron a las Iglesias desbaratando todo lo que encontraban a su paso, destruyendo hasta la efigies de Santos y Vírgenes. La mayor de las blasfemias jamás vista: Fidel Castro como sustituto de Dios.

Intervinieron en los asuntos internos de otros países enviando guerrillas y promoviendo la inestabilidad de casi todos los países de América Latina.

Participaron y promovieron guerras en algunos países de África, siempre apoyando regímenes dictatoriales.

Provocaron el rompimiento de relaciones con los Estados Unidos. Y para coronar su monstruosa obra, se convirtieron en testaferros de los soviéticos.

Destruyeron totalmente la economía de un país enormemente próspero. Acabaron con la prensa libre, marginaron a los escritores que no aceptaban a la tiranía y prohibieron la lectura de sus obras, controlaron los libros de texto en las escuelas y borraron la heroica historia cubana lanzando una brutal campaña de adoctrinamiento en todos los planteles educacionales.

La capital de la Isla (ayer preciosa) la convirtieron en una pocilga llena de casas sin pintura, sin luces, sin electricidad, sin agua, de edificios apuntalados y derrumbados, de basura en las calles, mosquitos, perros famélicos, jineteras, niños adoctrinados exigiéndoles emular a un argentino asesino y fracasado.

Y a cambio ¿que obtuvieron?: Adueñarse de una nación. Sí, un grupo de esbirros, gracias a unos meses de estancia en la Sierra Maestra y la ayuda de miles de cubanos, hoy son los propietarios de una Isla destruida y viven mejor que todos los reyes y los príncipes puestos juntos.

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