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Hilbert, el genio irreverente

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David Hilbert no solo fue uno de los grandes matemáticos del siglo XX, sino también una mente libre, tan brillante en las ideas como impredecible en la conducta.

Irreverente por naturaleza, rompía todas las reglas sociales de la academia alemana: daba clases en mangas de camisa, jugaba al billar con sus estudiantes y se burlaba abiertamente de la solemnidad que envolvía la vida universitaria.

Durante la Primera Guerra Mundial, la Universidad de Göttingen se negó a contratar a Emmy Noether por ser mujer. Hilbert, indignado, decidió que las conferencias asignadas a su nombre serían dictadas por ella. “Una universidad no es un baño público para temer a la presencia de mujeres”, respondió cuando lo cuestionaron.

En su vida cotidiana, era igual de excéntrico. En los restaurantes, pedía prestadas boas de plumas a las mujeres para protegerse de las corrientes de aire; y cuando escuchó por primera vez a Caruso en vivo, se quejó: “Canta con la aguja pequeña”, comparando la experiencia con su gramófono casero.

Con el tiempo, se ganó fama de mujeriego empedernido. Solía recorrer Gotinga en bicicleta con flores del jardín de su casa, destinadas a alguna conquista. En su fiesta de 50 años, sus alumnos le dedicaron una canción mencionando a cada una de sus aventuras según el alfabeto. Cuando se detuvieron en la letra K, su esposa Kathe intervino con ironía: “Bueno, podrían pensar en mí por una vez”.

Hilbert fue todo menos convencional. Genio en las matemáticas, pero también un hombre que convirtió la irreverencia en arte, convencido de que el pensamiento libre no debía detenerse ni en las fórmulas ni en las costumbres. (Tomado de Datos Históricos)

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