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Por Hermes Entenza ()

Nuremberg.- He visto videos de ciudades celebrando, como en un gran carnaval, las bombas que caen sobre Tel Aviv. Cada misil que destruye y mata es aplaudido como un golazo del equipo de fútbol favorito.

He visto tanta mierda en estos días. Y he visto a cubanos de dentro y fuera de la isla ofender con alto nivel de letalidad a los que se manifestan en contra de Donald Trump. Les llaman comunistas, hijos de puta, deseándoles que los deporten a Cuba, diciéndoles chivatos y lameculos del comunismo.

Parece que la 3ra guerra mundial va a comenzar, no por el Oriente Medio, sino por cubanos contra cubanos. No imaginan los que ofenden, que si alguien sonríe con estas demostraciones de odio, es el gobierno cubano, que los observa desde un sillón blando, en una sala climatizada, mofándose de todos los cubanos fajarines y diciendo: vamos bien, la oposición es una pendejada.

Para empezar, yo no celebraré ninguna bomba sobre Israel, una nación que desde su fundación ha librado guerras de defensa, incluida, por supuesto, la famosa Guerra de los Seis Días, donde derrotó a una coalición de países árabes.

Tampoco celebré las bombas sobre Gaza, a pesar de ser la respuesta a la masacre perpetrada por Hamas en una fiesta pacifista en octubre del 2023. Es un problema viejo, de años, de siglos, con agresiones permanentes.

No importan mis admiraciones

Yo tengo lazos con Israel, lazos familiares antiguos y de creencias que han estado cerca de mí, y cuando leo la historia de la nación, veo sus triunfos económicos y sus libertades ciudadanas atípicas en una región calcinada por la rabia contra casi todo, incluidas las mujeres, que en el mundo árabe son menos importantes que una cabra.

Admiro a Israel porque me da la gana, pero tampoco critico, ni repudio, ni ataco a quienes defienden a Irán o a otros países de la zona que tristemente añoran la destrucción de Israel. Lo sabemos, lo escuchamos cada día, y callamos porque es «chic» estar defendiendo al mundo árabe, como fue «chic» defender a Israel hace 70 años.

No me importa, no voy a dar pico y pala para hacer trincheras; tengo amistades muy honestas y que quiero mucho, que están a favor de uno u otro frente, y nunca hemos tenido ni siquiera un segundo de pelea por el tema; pero yo también tengo mi opinión.

Celebrar la caída de una bomba sobre gente inocente, e incluso sobre una cabra –dígase una cabra real– es descender a la escala más baja del raciocinio, y nos hace perder el cartelito de humanos.

Las contradicciones de los cubanos

Por otra parte hay una guerra callejera en Estados Unidos. Miles salen protestando por las nuevas leyes y deportaciones. He visto a muchos cubanos echar pie en tierra por los suyos, y otros ofendiendo.
Estados Unidos es una nación democrática, y el derecho a manifestación es legal.

Todos los que votaron en contra de Donald Trump e incluso los que lo eligieron y se defraudaron, tienen todo el derecho de hacerlo, de exigirle cambios y hasta pedirle que renuncie, porque la oposición es permitida. Eso se llama democracia, una asignatura que faltó en nuestros planes de estudio en Cuba.

Algo ha quedado grabado en nuestras mentes como las marcas de las reses, y salen avalanchas ofendiendo a los manifestantes, pidiéndoles que vuelvan a Cuba. ¡Qué es esooo, son compatriotas, son personas que salieron buscando libertad, son nuestros hermanos! ¿Qué van a hacer, quedarse callados y con miedo a utilizar la forma más lógica y antigua de disentir como es la protesta pública? USA no es Cuba.

No hay que exagerar con las calificaciones

Tildar de comunistas y miserables a los cubanos que salen en manifestaciones callejeras en Estados Unidos, es también una forma de caer muy bajo en el humanismo y en nuestras expectativas de vida como seres racionales.

Todavía, a pesar de tanta mierda embotellada, pienso que un día llegará la paz para el mundo, el respeto entre todos y la libertad para mí país; pero antes de los tratados de desarme global, de largas conversaciones presidenciales y días de teque, tendremos, especialmente los cubanos, que hacernos un desarme nuclear interno, para entre todos, pensando de mil maneras diferentes, podamos levantar una nación sin las marcas de un pasado feroz que nos hizo un daño espantoso; tanto daño, que aunque estemos viviendo en el otro lado del mundo, sacamos de nuestro pecho el Alien que devoró nuestra capacidad de tolerar y amar al prójimo.

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