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HASTA EL FINAL

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Por Oscar Durán

La Habana.- Le tengo una sana envidia a los venezolanos. Los veo cómo luchan por sacar del poder al imbécil de Nicolás Maduro y no puedo hacer otra cosa que admirarlos. Imagínate a La Habana, Ciego de Ávila, Pinar del Río, con las escenas vistas en Caracas desde el 28 de Julio. Sería bonito, ¿verdad?

Para empezar, no tenemos un guía. Andamos acéfalos. No de ahora, de siempre. Aunque hay personas brillantes que nos pueden coger de la mano, como sociedad no estamos preparados para hacerle frente a la dictadura más vieja de Latinoamérica.

Nadie en el mundo tiene más paciencia que el cubano. Recuerdo a Chile con su estallido social de 2019, cuando al fallecido presidente Sebastián Piñera se le ocurrió subir 0,033 dólares al pasaje del metro. Lean bien la cifra: 0,033 usd. Si lo llevamos a dinero cubano al cambio en 2019, serían cerca de 10 centavos MN.

Por 10 quilos los chilenos armaron un estadillo, revolvieron el país y Piñera se vio obligado a hacer un plebiscito para redactar una nueva Constitución, incluso, estuvo a punto de renunciar al poder.

Aquí es al revés. Quien armó un estadillo fue el régimen castrista y nosotros bajamos la cabeza y le dijimos: “como usted diga, su Merced”. Nos violaron sin vaselina y lo siguen haciendo. Apagones, precios por la nubes, desabastecimiento, insalubridad, hambre, delincuencia, ordenamiento monetario y un largo etcétera. 

Todo esto parece una clase de Historia de Cuba cuando te hablaban de que en el Machadato había hambre, miseria y enfermedades. El Castrismo se montó en el mismo barco y no hay indicios de una solución inmediata. Manuel Marrero, ese Primer Ministro de vergüenza corta, ha dicho que en cinco años Cuba mejorará, unas declaraciones con una bajeza y desfachatez olímpicas.

Nada mejorará en la isla mientras siga esta retreta de descarados y vividores en el poder, un poder controlado por un señor de 93 años, campeón mundial en comer, desde su sofá, cualquier cantidad de masas fritas de cerdo.

Es duro vernos cómo estamos en pleno 2024. Por lo menos los venezolanos dicen que van hasta el final por tal de sacar de Miraflores a un señor con una discapacidad mental severa. Lo de nosotros es distinto, ni siquiera hemos apretado el botón de inicio para mandar bien lejos al circo gubernamental con sede en la Plaza de la Revolución. 

¿Hasta cuándo será esta desgracia? Mi hijo me hace esta pregunta a cada rato. Ya no le respondo. Un día, cuando todos salgamos a la calle y nos organicemos como debe ser, con un guía al frente, ahí sí tendré una respuesta convincente: “esto es hasta el final, hijo mío.”

Mientras tanto, seguimos aquí, tratando de darle carga al celular porque en 35 minutos tumban la corriente y no se sabe cuándo regresa.

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