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Por Padre Alberto Reyes

Camagüey.- El Evangelio de hoy se enmarca en el contexto de la celebración de la Pascua judía, es decir, en la conmemoración del éxodo del pueblo de Israel, su paso de la esclavitud a la libertad. Y este texto es, de hecho, una invitación a la libertad, a hacer algo por salir de todo lo que impide o dificulta el bien propio y el de los demás.

En este caso concreto que nos presenta el Evangelio, la dificultad es el hambre, pero podemos poner en su lugar un sinfín de cosas que dañan la vida: problemas familiares, necesidades materiales, malas decisiones, soledades, ignorancia, pecados, tristezas…

Sin embargo, no es tan sencillo dar pasos concretos para romper lo que nos hace daño o para ayudar a otros a salir de su necesidad, de su problema, de su ignorancia, de su pecado. No es sencillo porque siempre tendremos que lidiar con nuestros miedos y con nuestras dudas: ¿valdrá la pena?, ¿dará resultado?, ¿será bien acogida mi intervención?, ¿no será demasiado poco?, ¿en realidad sirvo yo para esto?

Ante nuestras parálisis, el Evangelio de hoy nos presenta a un niño que, simplemente, ofrece lo que tiene y lo que puede. No se pierde en laberintos mentales de si lo que hace solucionará o no el problema, simplemente da un paso, desde lo que está en sus manos… y todo cambia.

Porque una cosa es muy clara: si no hacemos nada, no cambiará nada.

Si no hablamos de lo que nos quema el alma, no se sanarán las heridas.

Si nos callamos por vergüenza, no brillará la luz que trae la verdad necesaria.

Si no tendemos nuestra mano, no se alzará el que ha caído.

Si no compartimos lo que tenemos, para el necesitado nada será diferente.

Si nos guardamos el consejo, no frenaremos los pasos que van hacia el abismo.

Si no corregimos la ignorancia, desde el error se tomarán las decisiones.

Si no ofrecemos nuestro tiempo, la soledad puede hacerse omnipresente.

Si no tiramos las redes, no se producirá la pesca.

Si no sembramos la semilla, nunca aparecerá el fruto.

Puede que lo que ofrecemos parezca poco, inútil, insuficiente, pero será siempre la promesa del inicio de un camino, el probable comienzo de un cambio necesario.

Pero sólo si hacemos algo, porque, si no hacemos nada no cambiará nada.

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