Por Arnoldo Fernández
Contramaestre.- La conocí en 2018, muchas veces llegué a su casa a tomar agua, café, descansar un poco y seguir.
Siempre me recibió como un hijo, así que me mandaba a pasar a la cocina y allí nuestras palabras fluían intensas, profundas.
Su memoria era rica en historia, escucharla era saber de los mambises de la Aduana, del cadáver de Martí allí bajo la palma real, bajo la guásima.
Verla era quererla. Por sus ojos virtuosos salía Cuba a raudales. Vi muchas veces en ellos el tañir del pilón, el olor a café de su molino, el olor a tierra adentro.
Vivió siempre orgullosa de su linaje mambí. Quiso ver la Ruta Martiana dignificada, con una carretera, un obelisco al Héroe Nacional a la altura de su mérito patrio, pero no pudo verlo. Muere hoy en su Aduana querida. Ha muerto Silvia y siento un infinito dolor por no haber vuelto a su casa, al descanso de Martí allí. Ha muerto Silvia y con su partida ese pueblo pierde una celosa guardiana de la historia de Cuba, de Martí. Me queda su imagen y su voz, en la serie audiovisual donde fue una de la protagonistas fundamentales. Me quedan sus palabras de hace unos días que gracias a una amiga pude escuchar. Adiós querida Silvia, algún día volveremos a encontrarnos para hablar de la Aduana, de Martí, de Cuba.
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