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“Gracias por no irte sin mí»

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(Tomado de la web?

En el aeropuerto de Madrid, el vuelo 217 con destino a Buenos Aires estaba listo para despegar.

Las compuertas cerradas, el equipo de cabina en sus lugares y los pasajeros revisando sus celulares antes de ponerlos en modo avión.

Pero el capitán aún no autorizaba el rodaje.

—¿Qué ocurre, comandante? —preguntó una sobrecargo.

—Falta una pasajera. No despegaré sin ella —respondió con firmeza.

La pasajera era Valentina, una niña argentina de 9 años que viajaba en ambulancia desde el Hospital Niño Jesús. Padecía una enfermedad progresiva, y ese vuelo era su última esperanza: en Argentina la esperaba un tratamiento experimental.

Su madre, mirando el reloj en la ambulancia, susurró:

—¿Y si no nos esperan?

Valentina sonrió y dijo:

—Tal vez sí. Tal vez el piloto tenga hijas.

Cuando llegaron, el embarque ya estaba cerrado. Las normas decían que no podían abordar… hasta que sonó el interfono:

—Habla el comandante. Permitan que Valentina suba. No salgo sin ella.

Instantes después, la niña, con un gorrito rosa y una mochila de unicornios, entró al avión. Los pasajeros se levantaron a aplaudir. Algunos lloraban. Otros simplemente sonreían.

—Gracias por esperarme —dijo Valentina—. Este avión huele a esperanza.

Durante el vuelo, la tripulación la atendió como una princesa. Visitó la cabina, el capitán le regaló su gorra y un pasajero le dibujó unas alas de papel.

Al aterrizar, el comandante anunció:

—Y hoy también aterrizó algo más: la fe de todos nosotros.

Semanas después, Valentina inició su tratamiento. Y años más tarde, ya recuperada, escribió una carta al capitán:

“Gracias por no irte sin mí. Ese día volví a confiar en el mundo.

Hoy quiero ser piloto, para que otros también lleguen a tiempo a su segunda oportunidad.”

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