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Golpiza cobarde a la verdad

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Por Oscar Durán

La Habana.- Penoso espectáculo de brutalidad dictatorial le acaban de hacer a Jorge Fernández Era, un escritor golpeado por pensar, por no inclinarse ante el autoritarismo. No alcanza para describir a quienes pegaron a Fernández Era, por decir lo que piensa, por negarse a hacer reverencia al poder. Esa reacción no es defensa: es miedo vestida de represión. Miedo a la inteligencia, a las ideas y al arte que ponen en jaque el discurso oficial.

A Jorge lo llevaron a la Unidad de la PNR de Zanja y allí un resorte del terror cotidiano, un teniente coronel, alias Yoan, descargó su furia con saña: puños, golpes… contra un hombre de palabra, de idea. Contra el valor de pensar.

Esto no fue un desliz. No fue “exceso”. Fue mensaje. Les importa más aterrorizarnos que dialogar. Son una vergüenza para Cuba. Y esa vergüenza la cargan como un estigma que los despoja de legitimidad moral. La inteligencia —esa que aborrecen— es su condena.

Plantado de verdad

Fernández Era sale de la prisión golpeado, pero con la palabra intacta. Plantado en la verdad. Otros elegirán el silencio. Él promete contar el relato completo “si se lo permiten”. Esa súplica encierra ya valentía: no se clamarán sus derechos, incluso de ser golpeado, si no se lo permiten ellos, los verdugos en uniforme. Esa es la paradoja tramada por los guardianes del miedo: ejercer violencia para persuadir que en Cuba no hay ciudadano, solo súbdito.

El abuso fue físico y a la vez político. El propósito siempre fue avasallar la dignidad para sugerir obediencia. Pero la dignidad golpeada, no se rinde. La que queda intacta será semilla de resistencia. Jorge lo sabe. Nosotros también. No basta con denunciar. Es hora de enfrentar, rebatir y exigir que ese abuso no quede como sombra sin nokia: sin respuesta, sin justicia, sin renuncia de legitimidad.

Así es como el poder revela su rostro más ruin. Al romper a quien piensa, solo exhibe su propia debilidad. Vàzquez Montalbán lo dijo con otra piel: “Los que no lloraron por la verdad, llorarán por la mentira.” Aquí la verdad fue golpeada, pero no domada. Y mientras nos empeñemos en contarla, ellos quedarán desnudos ante la historia.

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