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Por José Leandro Garbey ()
Málaga.- Existe una muy interesante relación entre el envejecimiento humano y el carácter reaccionario. Gente, a priori, muy de izquierdas que, con los años, resume la política a esa lógica conservadora. Quién, cansado por el desgaste del tiempo, aferrado al hábito de una militancia estéril, se limita a la interpretación forzada del personaje antisistema.
La muela del cambio, de la ruptura total, cuando, en el fondo, poco o nada interesa esa ruptura, ese cambio. Gente que prioriza las lógicas partidistas antes que los ideales. Viejos capaces de defender la más noble causa humana. Y, a la par, protagonizar el blanqueamiento de cualquier opresor por la alineación del discurso a sus intereses. A los de sus mandamases partidistas. Una secta.
Hoy me han llamado gusano y mercenario. Esta vez fueron viejos españoles, militantes comunistas, y no los propagandistas que, en Cuba, hace poco menos de tres años, lo habían hecho en televisión nacional. A ninguna de estas personas conozco, sí a Gabriela Fernández Álvarez, la presentadora de Con Filo. Es el bodrio de programa organizado por la Seguridad del Estado en el que, en la televisión estatal cubana, se orquestan linchamientos mediáticos contra la ciudadanía.
Ver vídeo: (https://www.facebook.com/1132666017/videos/pcb.10233594901951034/556021113906406)
Actualmente, Gabriela viaja por España para reunirse con grupos de izquierda mientras ejerce como vocera del régimen. Era ella la única razón por la que, en la sede del sindicato Comisiones Obreras, de Málaga, me encontraba. Quería cuestionar sus declaraciones sobre la realidad social de Cuba.
A diferencia del grupo de cubanos que, de forma cívica, intentó acceder a su presentación en Madrid para refutar sus mentiras. A quienes evidentemente no dejaron acceder al recinto. Con ella pude encontrarme cara a cara.
A Gabriela no la considero mi enemiga acérrima, sí una represora. Una entre tantas. Entiendo que otros, quienes han sufrido sus ataques personales, la odien. Solo que por ella apenas puedo sentir pena. Vergüenza ajena por un instrumento propagandístico que, con el tiempo, como muchos que la han antecedido, será exprimido y, posteriormente, devorado por Saturno.
A pesar de las constantes intervenciones de quienes intentaban silenciar bajo ofensas y gritos, pude expresarle mis consideraciones personales. Las que he de decir que educadamente escuchó, a pesar del cinismo en sus respectivas respuestas.
Los ataques reputacionales sin derecho a replica, la manipulación de la opinión pública o el silencio cómplice ante la represión, fueron mis principales argumentos. Esto inmediatamente devino en una suerte de mitin de repudio. Gente acrítica, tribunera e incapaz de sostener, desde la coherencia del diálogo, un debate sobre una realidad que desconocen.
Presuntos comunistas que negaban la represión política que, en Cuba, por su activismo de izquierda, sufren amigos como Alexander Hall, Alina Bárbara López Hernández, Raymar Aguado Hernández o Leonardo Romero Negrín. A quienes consideran mercenarios y traidores. La externalización del lenguaje peyorativo del castrismo.
En el exterior de la sede, un grupo de cubanos esperaba a Gabriela para realizar un escarche político. Este método de protesta cívica fue enfrentado mediante agresiones verbales y físicas. Los participantes, conscientemente, ignoraban el actuar represivo de su defendida en la isla.
Particularmente, nunca he participado en un escarche en el espacio público –no fue esta la excepción–. Considero que guarda muchas similitudes con un mitin de repudio. En cambio, no niego ni cuestionaré jamás su legitimidad de cara a señalar –de forma pacífica– a quién, como Gabriela, vive de la represión mediática.
Mucho menos pondré en juicio el actuar de quienes, pese a cualquier diferencia ideológica, encuentran en este al único método para expresar su descontento. Descontento con una dictadura y sus verdugos. Parte de un exilio huérfano de voz en el ecosistema de medios oficiales. En las próximas horas, será víctima de otro ataque reputacional, de esa victimización repugnante pese a la histórica naturaleza represiva del régimen.
Hace pocas horas falleció Pepe Mujica quién, por su coherencia política, trascendió las ideologías. Señaló a dictaduras que, como la cubana, se solapan tras la narrativa populista de una izquierda. Una izquierda que da prioridad a sus intereses hegemónicos y económicos antes que a la clase trabajadora. El falso juego a la democracia a pesar del irrespeto de sus principios fundamentales. «No sirve eso», afirmaba Pepe sobre el régimen cubano. Más como él, menos papagayos castristas de esa ideología sin masas ni cantera. Estalinismo del más crudo. ¡Abajo la dictadura!
P.D.: Fue este español de pullover verde -en la foto- el más agresivo de los presentes, el más interesado en mantenerme callado en la sala.