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FIDELITO, EL PRIMOGÉNITO DE FIDEL CASTRO

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Por Esteban Fernández-Roig Jr. ()

Miami.- Frente a la Dulcería Quintero, de Güines, se detuvieron 20 motociclistas de la PNR, montado en una iba un niño. Era Fidelito. Ni caso le hice.

Fidel Castro Díaz-Balart tuvo una desgracia muy productiva: La mala de ser hijo de un genocida y la buena de utilizar el parentesco a plenitud.

En un país, donde por culpa de su progenitor se carece de casi todo, él vivió en la abundancia.

Sólo careció de un padre que lo quisiera y de una madre que lo cuidara y le diera mimos desde que era un muchachito, y que sólo la vió a retazos.

Jamás, a través de más de 60 años, se escuchó una palabra de admiración, ni se vió un solo gesto de amor por Fidelito. Ni por nadie, ni por su madre, Lina, cuando murió.

A su exesposa Mirta, el tirano le permitió -en Cuba y fuera del país- visitarlo esporádicamente a cambio de un silencio absoluto sobre su pasado juntos, y de no criticarlo públicamente ni en privado. Lo tenía de rehen.

Fidelito tenía un gran parecido físico con su padre. Se dejó crecer la barba, usaba los mismos ademanes y engolaba la voz tratando de calcar el tono que una vez tuvo su padre.

No solamente estudió en las mejores escuelas del extranjero, sino que al regresar a Cuba, gozó de todos los privilegios otorgados unas veces, y otras de los que él se apropiaba .

Antes de morir lo vimos de pachanga con Paris Hilton y con un montón de artistas norteamericanas sin un simple indicio de depresión. Yo no creo que se suicidó, pienso que su primo, el tuerto Alejandro, lo “suicidó”..

Dudas sobre su muerte

El despilfarro de Fidelito ha sido solamente superado por su padre y por su tío.

Le dieron una prebenda poniéndolo al frente de la Energía Nuclear de la isla y ahí metió tanto la pata que terminó castigado por su padre y lanzado por un tiempo al tristemente célebre “plan pijama”.

Encerrado temporalmente en su jaula de oro y “salvado por la campana” de las quejas de Mirta.

Sin tener ningún cargo oficial, a no ser “una botella” en el Consejo de Estado, sin grados militares, andaba con guardaespaldas, con chofer, con carros del año donde los maleteros son unas neveras atestadas de bebidas -porque curda era- de jamones, de manjares y todo tipo de golosinas.

Donde quiera que llegaba, no tenía que pagar por nada en Cuba. No era ni necesario que se identificara porque era “cagadito” a su padre.

Fíjense hasta que extremo era un privilegiado, que le permitían ostentar el apellido Díaz-Balart que es odiado por la tiranía.

Lo único que puedo decirles es que seré el hombre mas feliz del mundo el día en que no exista ni un solo miembro de esa fatídica familia Castro en la faz de la tierra.

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