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Feriado con esposas puestas

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Por Redacción Nacional

La Habana.- Cada año, como si no fuera suficiente con las conmemoraciones huecas y la parafernalia del poder, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social aparece en escena para recordarnos lo que ya sabemos: que la fecha más sagrada del calendario revolucionario, el 26 de julio, no es un día libre, sino una liturgia obligatoria donde se rinde culto a una gesta que terminó traicionándose a sí misma.

Ahora nos dicen que los días 25 y 27 serán feriados nacionales. Que el 26 será “conmemoración nacional”, lo que, en lenguaje de burócrata, significa que se puede descansar si no eres útil a la causa propagandística. Pero si te necesitan para montar tarima, colgar pancartas o marchar con cara de “yo apoyo la Revolución”, entonces sírvete tu propio descanso, porque el Estado no te lo va a servir.

Citan la Ley 116 como si eso bastara. El artículo 111 del Código de Trabajo, ese que nadie ha leído completo porque no está hecho para leerse, sino para someter, establece las “reglas claras” para trabajar en días festivos: lo que ganes será proporcional a tu sumisión. El cinismo se disfraza de legalidad, y la legalidad en Cuba es el arte de ponerle corbata a la injusticia.

Lo trágico no es el feriado en sí. Lo trágico es que un país arruinado, con salarios de hambre y apagones de 12 horas, todavía tenga el descaro de celebrar “el inicio de la gesta liberadora”. ¿Qué liberación? ¿La que terminó en una isla cercada, sin prensa libre, sin derecho a huelga, sin opción de disentir sin que te tilden de mercenario?

Mientras los ministros descansan en casas de protocolo, y Díaz-Canel se fuma otro tabaco de lujo en alguna fiesta del régimen, el obrero cubano debe decidir entre callar y cobrar, o alzar la voz y ser fichado por la Seguridad del Estado. Ese es el verdadero tratamiento laboral: el miedo institucionalizado, la obediencia premiada con migajas y la rebeldía criminalizada.

El 26 de julio no es un día de orgullo nacional. Es una fecha intervenida por el aparato de propaganda, una coartada histórica que justifica 66 años de ruina institucional. La Revolución —esa palabra ya gastada como moneda falsa— parió un monstruo que se alimenta de lo mismo que decía combatir: privilegios, censura y represión.

Por eso, cuando el Ministerio publica su nota, nadie la lee con esperanza. La gente se limita a ver si les toca descansar o si les toca marchar. Porque en Cuba no se trabaja, se sobrevive. Y los feriados son, apenas, días sin sueldo o con una bandera en la mano.

No se equivoquen: la rebeldía real ya no está en los actos del 26. Está en cada cubano que resiste sin consignas, en cada joven que se monta en una balsa, en cada madre que reza por una visa, en cada periodista que escribe sin permiso. Esa es la nueva gesta. Silenciosa. Incómoda. Imparable.

Y no aparece en el Código de Trabajo de un ministerio que hace unos días vio irse a su ministra de una manera mendiga.

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