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Por Albert Fonse ()
Félix Navarro Rodríguez nació en Perico, Matanzas, y desde muy joven aprendió el valor del trabajo honesto y la palabra firme. Maestro, campesino y dirigente sindical, fue siempre un hombre de convicciones profundas que entendió que la libertad no se hereda, se conquista. Su compromiso con Cuba lo llevó a enfrentar al régimen en cuerpo y alma, sin disfraces, sin dobleces.
En 2003, durante la oleada represiva conocida como la Primavera Negra, Navarro fue uno de los 75 opositores encarcelados por atreverse a pensar diferente. Condenado a 25 años de prisión, su único “delito” fue promover ideas democráticas, colaborar con proyectos cívicos independientes y defender pacíficamente los derechos fundamentales del pueblo cubano. Desde el inicio dejó claro que no pediría perdón por exigir libertad.
Tras casi ocho años en prisión, fue excarcelado en 2011 junto a otros presos políticos, en un proceso de liberaciones condicionadas, negociado por la Iglesia Católica y el régimen. Navarro se negó a abandonar el país. Escogió quedarse en Cuba, continuar la lucha en su tierra y asumir las consecuencias de no pactar con la injusticia, a pesar de la presión constante, las amenazas del Estado y las ofertas de exilio forzado.
Desde entonces lideró el Partido por la Democracia Pedro Luis Boitel, una organización inspirada en la resistencia pacífica y en la figura del mártir anticastrista que le da nombre. Navarro continuó su activismo con firmeza, apoyó a otros opositores, acompañó causas justas y denunció los atropellos del régimen sin titubeos ni concesiones.
En julio de 2021, cuando miles de cubanos salieron a las calles para reclamar libertad, Félix Navarro apoyó abiertamente las manifestaciones. Fue arrestado nuevamente junto a su hija Sayli Navarro, también opositora, en un acto de represalia contra quienes alzaban la voz con dignidad. Con más de 65 años y problemas de salud, fue enviado a prisión sin juicio justo, como castigo por no haberse doblegado.
En diciembre de 2023, fue uno de los 553 presos políticos excarcelados temporalmente en un intento del régimen por mejorar su imagen ante negociaciones internacionales. Su liberación fue parcial y vigilada, más una maniobra táctica que un acto de justicia. Durante los meses siguientes se mantuvo activo, dando testimonio de su compromiso, hasta que fue detenido nuevamente y devuelto a la prisión de Agüica, donde permanece hasta hoy en condiciones críticas de salud.
Al dolor físico se suma el sufrimiento moral: saber que su hija Sayli, valiente y firme como él, continúa encarcelada por ejercer su derecho a expresarse. Ver a su esposa, Sonia Garro, una Dama de Blanco incansable, seguir marchando en las calles a pesar de la represión, del acoso y de los años. Navarro no solo carga con su propia prisión, carga con la angustia de una familia perseguida por su decencia. Son, los tres, un símbolo de lo que podría ser Cuba si algún día la dignidad reemplaza al miedo.
Se encuentra actualmente internado en el puesto médico de la prisión, bajo un deterioro físico evidente. No solo lo están matando por abandono, lo están castigando por su ejemplo. Su resistencia, firme y sin concesiones, ha sido más peligrosa para el régimen que cualquier consigna. Un hombre como Félix Navarro no es solo un preso político: es una amenaza moral para una dictadura que no soporta la coherencia.
En una de sus últimas declaraciones públicas dijo:
“Ellos tienen las rejas, pero nosotros tenemos la verdad. Y la verdad no se encierra.”
Esa verdad sigue viva en su nombre. Félix Navarro no buscó protagonismo, no se vendió a ningún interés extranjero, no traicionó su historia. Eligió ser libre por dentro, aunque lo encarcelaran por fuera. Elscogió la tierra cubana como su trinchera, incluso cuando le ofrecieron huir. Eligió la dignidad antes que la seguridad, la patria antes que el confort.
Hoy su vida corre peligro. Su salud está quebrada, su cuerpo debilitado, pero su ejemplo sigue firme. Si algo le ocurre, el único responsable es el régimen cubano que lo mantiene como rehén. También será cómplice cada institución, cada gobierno y cada cubano que guarde silencio mientras este hombre digno se consume por sostener la verdad.
Félix Navarro no necesita títulos ni homenajes. Su mayor mérito es no haber traicionado jamás a su conciencia. Mientras otros hacen cálculo, él eligió el sacrificio. Mientras muchos claudican, él permanece en pie, aunque sea desde una cama en prisión. Esa es la verdadera grandeza.