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Por Reynaldo Medina Hernández ()

La Habana.- Cuando pienso en Etecsi, sí la veintiúnica, la sin competencia, la monopólica empresa de telecomunicaciones cubana, digo como Serrat: «entre esos tipos[as] y yo hay algo personal». Hace muchos años que estamos en guerra.

Al principio fue a distancia: caminar media Habana para encontrar un teléfono público que funcionara, que no se tragara las monedas y pudieras oír a quien hablaba del otro lado. Después la matraca con las tarjetas propias y todo ese rollo. El primer cuerpo a cuerpo fue durante la batalla por el teléfono fijo.

Al cabo de años solicitándolo me aprobaron, a modo de consolación, un TFA (teléfono fijo alternativo, más conocidos como minutero o teléfono de minutos). Ahí recibí mi primer KO. Después de pagar y recibir el equipo en su cajita me dieron a firmar un contrato que decía en la primera línea: «Este equipo pertenece a Etecsa…». ¡¿…?! ¡Si acababa de pagar por él!, y decía «Contrato de compra-venta», no de alquiler…

La odisea de la permuta

Cuando me mudé para La Habana iniciamos una guerra por el traslado (y cambio para telefonía fija). Año y meses acudiendo cada viernes a la oficina territorial (yo le digo a eso reactivar la vacuna, aunque, a diferencia del pinchacito, no causa ningún efecto positivo, al contrario), escuchando siempre las mismas justificaciones.

Y mientras esperaba horas allí veía llegar guaguas, carritos, autos, motos, y las «meriendas cómicas» de los empleados de la empresa. Cuando ¡al fin! lo tuve instalado, se inició la cíclica etapa de las interrupciones, roturas, y nuevos viajes semanales a la oficina territorial para escuchar, otra vez, las mismas justificaciones.

Allí he conocido a personas que llevan 3 y hasta 5 años en esos trámites. Y cuando llegan los reparadores a tu casa van solo con las herramientas, porque no tienen ¡nada! para trabajar. En el momento de redactar estas líneas llevo más de 3 meses sin servicio, ni esperanzas.

Robos

Aunque finalmente caí en sus garras (¿qué remedio?), me resistí por mucho tiempo a usar un móvil. Debo haber sido de los últimos cubanos de mi edad en comprar una línea. Sencillamente no me daba la gana de dejarme robar descaradamente. Me refiero a los tiempos en que te cobraban lo mismo si llamabas que si recibías, estabas obligado a recargar antes del mes aunque tuvieras saldo y las líneas y los paquetes tenían precios escandalosos (más escandalosos).

Desde su fundación esta empresa es una ladrona. Me decidí durante una rebaja, y cuando habían desaparecido ya las condiciones leoninas mencionadas. La calidad de la telefonía móvil es la misma de la de la telefonía fija: pésima. ¿Adónde han ido a parar los millones y millones de dólares recaudados por esta empresa durante tantos años?

Y así llegamos a la actual situación, el tarifazo, el etecsicidio, o como quieran llamarlo. Todo el mundo sabe lo que pasa, así que me ahorro el cuento y voy a la esencia. Esto es una siniestra estrategia largamente concebida (no lo digo yo, lo dijo la presidenta de Etecsi). No es nueva, ¿recuerdan el tarifazo de la UNE? Es un procedimiento de manual: anuncian unas tarifas imposibles (que en realidad no son las concebidas, sino una carnada-termómetro, para tantear el terreno).

A continuación vienen la ola de comentarios y quejas, supuestas críticas y «protestas» desde la institucionalidad, entrevistas arregladas de periodistas a directivos, intervenciones especiales de altos dirigentes, programas de televisión, el juego del «policía bueno-policía malo», para al final «tomar decisiones en favor de sectores vulnerables», supuestamente procesar las inquietudes de la población y, en definitiva aplicar las tarifas concebidas desde el primer momento, que siguen siendo altísimas, pero que después de todo ese circo, no lo parecen tanto.

En este caso existen tres grandes objetivos:

1. Acabar de vaciar de los bolsillos de los cubanos el poco dinero que nos queda.

2. Extorsionar a nuestros familiares del exterior con el chantaje emocional de la distancia y la incomunicación.

3. Reducir al mínimo el acceso de los cubanos a internet. Sí, Etecsi dice: internot, no a internet, para limitar lo más posible la información alternativa a los medios oficialistas.

El guión se ha ejecutado paso a paso y de manera impecable. Por ejemplo, la pseudoentrevista de Lázaro Manuel Alonso a la presidenta de Etecsi. Mal empezó la señora al decir que había «incomprensiones» por parte de la población. Según ellos, nunca entendemos nada, somos brutos, «anormales», como dice Israel el de Buena Fe.

Peor fue cuando dijo que teníamos que entender, con esa arrogancia que los caracteriza. No, señora, ¿quién es usted para imponerme a mí sus opiniones? Yo entiendo lo que me da la gana, no lo que usted pretenda. La directiva reconoció que no habían informado a tiempo, pero admitió que lo hicieron a propósito, para evitar colapsos en las plataformas digitales.

¿Se puede ser más cínico? Incumplen el contrato, al no avisar los cambios antes de 30 días como está previsto, mienten desvergonzadamente al avisar un día antes que están realizando «actualizaciones de algunas plataformas asociadas a sus servicios», cuando en realidad lo que estaban era preparando el asalto a mano armada.

Corrupción, pudrición…

Pero la joyita de la falsa entrevista, fue cuando ella dijo que en los últimos 4 años la empresa había perdido 60 % de sus recargas en divisas desde el exterior, por fraudes. Increíblemente el dizqueperiodista no le dio importancia a eso, cuando era el momento de revertir el diálogo, porque ante esa revelación el tarifazo se hacía intrascendente, pero no.

¿Quién que no sea de Etecsi, y no un reparador de líneas, sino un muy, muy, muy alto directivo puede recaudar una recarga en el exterior, transformarla en CUP y ponerla en un teléfono? La corrupción, la pudrición de esa empresa, es la noticia.

Como era de esperar ya se anunciaron medidas para favorecer a algunos sectores, como los estudiantes, los científicos, los médicos, los maestros… ¿Y los demás cubanos, qué? Un estudiante universitario puede tener más necesidad de acceder a internet que un chofer del P-9, pero no más derecho.

Pero bueno, se manda al carajo, también, al artículo 42 de la Constitución. Siguen manejando nuestras vidas a su antojo: comemos lo que ellos quieren, cuando quieren y en la cantidad que decidan; tenemos electricidad, gas y agua, cuando pueden; ahora disfrutarán de más internet quienes ellos deseen.

Ante las incongruencias, unas preguntas

¿Qué decir de una empresa nacional cuyos ingresos no dependen de sus clientes (la presidenta sigue usando el término socialista «usuarios»), si no de sus familiares del exterior? Qué se declara en bancarrota, pero paga altísimos salarios y hasta utilidades a sus trabajadores, ¿no se supone que las utilidades proceden de las ganancias? Qué dice ser víctima de un fraude millonario, no desde hace 4 semanas o 4 meses, ¡desde hace 4 años!, ¿y qué han hecho al respecto? Que no tiene para operar, líneas, pares, cables, terminales, teléfonos de reposición, cajitas, pero sí, muchos, muchos, muchos medios de transporte. Que incumple contratos, engaña a sus clientes y presta un pésimo servicio. ¿Y qué puedes hacer? ¿Cambiar de proveedor? ¿Para cuál…?

Si todas las empresas cubanas, que, como Etecsi son ineficientes, están quebradas y necesitan divisas para operar, aplicaran esa lógica-ilógica de que para poder prestar un buen servicio hay que cobrar en dólares (una moneda con la cual el Gobierno no nos paga), ¿qué pasaría? ¿Qué tal si lo hacen con el transporte, los alimentos, las medicinas…? Y si alguien me dice que no son lo mismo esas necesidades básicas que el servicio telefónico, le recuerdo a aquel cubano que dijo: «no solo de pan vive el hombre» (aunque el pan, a estas alturas ya no sea el mejor ejemplo a utilizar).

En fin, se vienen variantes, medidas, iniciativas, para, aparentemente, «suavizar» el tarifazo, cuando, en definitiva, te aplicarán lo previsto desde el principio. Y muchos ingenuos, que los hay, respirarán aliviados y hasta darán las gracias por televisión. Vaya que, como siempre, nos van a joder o, para decirlo en mejor cubano, y perdonen la grosería, nos la van a clavar hasta atrás y, al decir de un buen amigo muy ocurrente, con arena y vidrio molido.

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