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Por Laritza Camacho ()
La Habana.- Lo que les voy a contar no es lindo: ahora tocaron el timbre de la puerta, y cuando abrí eran dos niños con una propuesta: «M das 20 pesos y te boto toda la basura que tengas en casa…», me dijo uno.
Han pasado unos días, desde que el martes pasado fui testigo de algo que no me atreví a contar hasta hoy, porque no logro digerirlo, porque me da pena con mis sueños, con lo que me enseñaron mis padres.
Subía por Neptuno a eso de la 1:00 de la tarde y desde un balcón arrojaron un pan, que cayó en la acera opuesta y una muchacha que iba delante de mí (parecía medio loquita) comenzó a vigilar el pan, mientras decía bajito: «está bueno, está rico, que no se lo lleven». Y repetía sus palabras mientras esperaba que pasarán los carros para poder cruzar.
La vi llegar hasta el pan y recogerlo con cierto orgullo y trató de ocultarse a los demás sin lograrlo.
No hice nada, lo confieso (no supe cómo actuar en este caso). El asunto es que no hice nada, ni hoy con los niños en mi puerta, ni el martes con aquella mujer en la famosa esquina de Prado y Neptuno, donde ya La Engañadora no creo que logre engañar a nadie… porque todo en esta vida, se sabe, sin siquiera averiguar.
Estamos más mal de lo que creemos, o como diría mi madre: ‘olvida el tango y canta bolero’.