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Por Liborio Prado ()
La situación en Cuba ha llegado a un punto de quiebre. Las señales son claras y profundamente preocupantes: el régimen ha comenzado a preparar el terreno para lo que parece ser un autogolpe de Estado.
Bajo el disfraz de una supuesta defensa de la soberanía y el orden, se está gestando una jugada peligrosa que podría llevar a los militares a asumir el control absoluto del país, no como una fuerza neutral, sino como brazo armado al servicio directo de la familia Castro y su núcleo de poder.
Una de las señales más reveladoras es el reciente ascenso de Lázaro Alberto Álvarez Casas, Ministro del Interior, a un rango militar superior.
Este ascenso no es simbólico ni rutinario: representa una clara consolidación del aparato represivo bajo el mando directo de la cúpula histórica del poder. Es un mensaje inequívoco de alineación total del Ministerio del Interior con los intereses de la vieja guardia, y un paso más hacia la militarización absoluta del país.
Ese paso parece estar cada vez más cerca: la declaración de un estado de sitio a nivel nacional. Esta medida, supuestamente orientada a garantizar la “estabilidad”, servirá en realidad para justificar la represión sistemática contra la ciudadanía.
Se avecinan masacres. El pueblo será criminalizado. La protesta será tratada como insurrección y cualquier voz disidente, eliminada sin miramientos.
A esta peligrosa escalada se suma una amenaza silenciosa pero igual de efectiva: el anuncio de ETECSA sobre un posible apagón digital. La estatal de telecomunicaciones ya ha comenzado a lanzar advertencias veladas que se alinean perfectamente con este escenario de autogolpe. Silenciar las redes, bloquear la información y aislar a la población forma parte de la estrategia para reprimir sin testigos, sin escrutinio, sin consecuencias.
Todo apunta a una militarización total del país. El ejército y tropas de élite están siendo posicionados para tomar las calles, no para proteger al pueblo, sino para sofocar cualquier intento de resistencia.
Lo que se está consolidando es un Estado militarizado al servicio de una élite que ya no encuentra legitimidad ni siquiera dentro de sus propias filas.
Frente a este escenario, el silencio es complicidad. La comunidad internacional debe alzar la voz antes de que sea demasiado tarde. Y dentro de la isla, cada cubano debe saber que no está solo. La historia juzgará a los que oprimen, pero también a los que miraron hacia otro lado.