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Por Laritza Camacho ()
La Habana.- Me dieron a escoger entre ser árbol o casa, ambos en la misma ciudad. Me fue otorgada una semana para decidir y me puse a observar.
Primero me topé con un árbol, alto y frondoso; estupendo. Sus flores y frutos cayeron cercenados por la sierra de los hombres y los pájaros que lo habitaban echaron a volar, quedándose sin nido. Lo vi, no me lo contó nadie.
En su lugar construyeron un edificio, tan alto como torre de Babel, donde igual, nadie se entendía a pesar de hablar el mismo idioma.
Como era yo entonces espíritu por nacer, pude viajar en el tiempo hacia el futuro y sentí el temblor de las piedras, el cansancio de los cimientos, los gritos de auxilio y lo vi caer.
El estruendo de escombros rodó despavorido mientras los hombres, los niños y los perros que lo habitaban se quedaban sin techo o sin vida, según su karma.
Pasaron siete días y terminado el plazo, tenía que decidir.
Pedí clemencia y me fue concedida por mérito acumulado en vidas pasadas, donde fui agua de río, lluvia, tratado de paz, vino amargo y trigo sarraceno.
«¡Serás humana. márchate a la vida!», ordenaron los que indulgentemente me habían liberado de mi decisión, no de mi viaje.
Desde entonces estoy aquí. He sembrado árboles y he puesto mi cuerpo y mi palabra entre la sierra y los troncos, protegiéndolos.
También he vigilado de cerca la casa que pude ser.
Hoy es el día del derrumbe, pero nadie creyó en mi videncia ancestral.
Pudo haberse evitado.
Un deja Vu de dolor recorre mi materia y me trae recuerdos de cuando fui piedra en el mar… vuelvo a escuchar los gritos del naufragio, las agitadas colas de peces en las redes y el aleteo de las aves migrando hacia el calor.
Me perdí en el recuerdo, atravesando el túnel mientras mi cuerpo yacía aún, mutilado en la acera.
Esta noche regresas
¿Puedo ser libertad? -le pregunté al Divino…¿o pan o hierba fresca o minuto feliz?… Déjeme ser verdad y no palabra muerta.