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¡ES DOCTORA Y NO LE ALCANZA PARA UN AGUACATE!

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Por Guillermo Rodríguez Sánchez ()

Ciego de Ávila.- Es un aguacate lindísimo, un ejemplar bello de esta abundante temporada, ya lo dice el refrán «año de poco mango, mucho aguacate».

El caso es que una adquisición tan sencilla se puede convertir en todo un dilema existencial en esta isla del sinsentido, porque delante de mi estaba comprando ella, una señora de ¿55 años quizá?

-¡150 pesos!, qué va, no puedo darte eso mijito, se ve riquísimo y masudo pero me voy a quedar con las ganas.

¿Qué son 150 pesos hoy día?, pues todo y nada al mismo tiempo, la brecha entre un apetecible aguacate y no comer ensalada en la comida.

Y no, esta no es la historia de final feliz donde le regalé un aguacate a esa mujer, no pude, porque la firmeza de sus palabras y la elegancia en la pronunciación me hicieron sospechar que sería más afrenta que gesto de alivio pasajero.

A veces debemos saber que no es solo ayudar, importa también, además del contenido en acciones, la forma.

-Doctora, doctora… ¿usted tendrá una receta de algo para la fiebre y dolor de cabeza que a mi nieto lo cogió el Oropuche ese que anda?

Le suelta confiando en el resultado positivo una viejita desde el balcón de un apto cercano.

«Ahh es doctora», repite mi cerebro en interna introspección y toda la lógica de la que una persona es capaz estalla en 62 mil astillas allá adentro.

Me voy con mi aguacate en la mano, con el pensamiento martillando…

-Es doctora y no le alcanza para un aguacate.
Es doctora y no le alcanza para un aguacate.
¡Es doctora y no le alcanza para un aguacate!

No, no les voy a meter un cuento romántico de abnegación alimentaria de que no me pude comer el aguacate y que si un nudo en la garganta, estaba delicioso y se fueee.

Pero coño, asereee, es doctora y no le alcanzaba para un resalao aguacate.

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