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Por Albert Fonse ()
En Estados Unidos coexisten hoy dos realidades migratorias cubanas que no pueden ser más opuestas. Por un lado, están los chivatones, los testaferros del régimen y los cubanos oportunistas del “pan con bistec” que cruzan la frontera, contratan buenos abogados, inventan historias de represión y en pocos meses reciben el asilo.
Muchos de ellos, una vez con papeles en mano, se burlan del exilio, presumen en redes sociales y hasta regresan de visita a la isla cárcel que supuestamente los perseguía.
Por otro lado, hay activistas y opositores auténticos, como Oscar Casanella, que tras años de lucha real contra la dictadura llegan a Estados Unidos escapando de la represión y terminan atrapados en un limbo migratorio, con miedo a ser deportados, sin acceso a beneficios y con el temor constante de volver a caer en manos del régimen que los destruyó.
Casanella no inventó historias. No borró su pasado. No negó sus vínculos con la oposición. Al contrario, los enfrentó con dignidad. Denunció la represión, apoyó a presos políticos, firmó campañas incómodas, dio la cara y lo pagó con vigilancia, amenazas, exclusión profesional y persecución.
Ahora, en plena tierra de libertad, enfrenta la posibilidad de ser devuelto al infierno del que logró escapar. Un infierno que no es teórico, que él conoce, y que lo quiere ver silenciado.
No es el único. El caso de Lázaro Yuri Valle Roca, periodista independiente y exprisionero político que llegó a Estados Unidos tras años de tortura en las cárceles cubanas, también estuvo lleno de trabas burocráticas.
Lo mismo ocurrió con el rapero El Funky, una de las voces del himno “Patria y Vida”, quien tuvo que esperar más de lo debido para estabilizar su estatus migratorio a pesar de su impacto internacional y del riesgo que correría si regresaba a Cuba. Mientras tanto, personas sin historial político, e incluso con vínculos cercanos al régimen, logran organizar su estatus con rapidez y sin obstáculos.
Esa contradicción es inaceptable y tiene que arreglarse. ¿Dónde están los filtros? ¿Cómo es posible que se premie el cinismo y se castigue la honestidad?
Aunque no conozco personalmente a Casanella, lo respeto por lo que representa: un ejemplo de lucha pacífica, de integridad y de sacrificio. Espero que reciba el apoyo pleno del exilio cubano, de los políticos que dicen defender nuestra causa, y que finalmente su situación se resuelva favorablemente. Merece vivir en paz junto a su familia en tierra de libertad, y continuar su activismo por una Cuba libre sin temor a ser castigado por decir la verdad.
Este es el momento de demostrar civismo, unidad y madurez política. No se trata de coincidencias ideológicas. Se trata de principios. Se trata de no repetir aquí la injusticia que tantos hemos sufrido allá. Somos una familia. La familia del exilio cubano. Con todas nuestras diferencias, pero con un enemigo común que se llama dictadura. Cuando uno de los nuestros está en peligro, nos toca cerrar filas, no dividirnos.
El caos migratorio actual es consecuencia directa de la política de fronteras abiertas impuesta por la administración Biden. Entró de todo. Lo bueno, lo malo y lo peor. Ahora intentan cerrar el filtro, pero lo hacen de forma torpe y burocrática, arrastrando entre la basura a quienes más necesitan protección. Por eso el apoyo social, político y mediático en casos como este es fundamental.
La defensa de un opositor no debería ser un debate. Debería ser una prioridad moral.