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EN POLÍTICA LAS LIBRAS CONSPIRAN… MENOS EN CUBA

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- En política, las libras conspiran contra los candidatos a puestos importantes, y salvo en algún país africano, la inmensa mayoría de los presidentes son personas esbeltas, cuyos cuerpos dan imagen de austeridad, sean corruptos o no.

En Cuba es totalmente diferente. Los que dirigen en Cuba, los que tienen poder y recursos bajo su mando, salvo contadas excepciones, van sobrados de peso, con unas barrigas enormes y unas papadas disformes. Y no les interesa la imagen que puedan dar, porque su carrera no depende de ninguna votación.

No es una excepción de los políticos cubanos. Los de la casta militar, por ejemplo, se alimentan bien, porque la mayoría exhibe panzas desmesuradas, y a simple vista uno se da cuenta de que con esas protuberancias no podrán entrar jamás dentro de un tanque para un ejercicio militar cualquiera.

De esa relación no se escapa ni el ministro de las Fuerzas Armadas.

Ministro de las FAR, Álvaro López Miera

Luego, en las instituciones civiles también abundan los gordos, comenzando por el primer ministro, Manuel Marrero, y el presidente, Miguel Díaz-Canel, a quien cada día le cree más la guata.

Marrero se ahoga

Marrero habla con trabajo, como si se ahogara. Y en los sitios en los que pasa unos minutos fuera del aire acondicionado, suda copiosamente, delante de personas que desde hace mucho tiempo no transpiran, porque con el hambre que se pasa en Cuba no hay mucho que soltar por los poros.

Eso sí, no son Marrero ni Canel, y tampoco Esteban Lazo, los más abultados de tripa. Hay que ir a las provincias y los municipios para encontrarse a verdaderos colosos, personajes que rozan o sobrepasan los 150 kilogramos de peso, como Federico Hernández, secretario del partido en Camagüey.

Jefe de los bomberos de Cuba: coronel Luis Carlos Guzmán

Uno que ya no está, pero que apenas podía moverse con soltura era el antiguo ministro de la Industria Alimentaria, Manuel Santiago Sobrino, o el ahora cuasi dueño del tabaco y otrora ministro de Economía, Marino Murillo.

Los que usted ve como muertos de hambre por ahí, como el tan Yusuam Palacios, no tienen poder alguno y pasan tanto trabajo como el pueblo normal, aunque estos tipos se alimentan con su endémico servilismo.

Marrero y Díaz-Canel

Para estar fornido en Cuba solo hay que tener recursos bajo su control. Mire a la inmensa mayoría de los intendentes, los gobernadores, los secretarios del partido en las provincias y municipios. Y ninguno de eso se preocupa por su peso corporal, porque no será el hambriento infeliz quien decida sobre su puesto.

Su cargo depende de alguien más arriba. Porque en Cuba siempre hay alguien por encima, que decide, como con un hilo mágico, sobre la suerte de la carrera política de las personas.

Una anécdota

Esos que están por encima pensarán que si designa a uno flaco, hará más daño, porque tendrá que robar para imitar a sus más gruesos compañeros, como sucedió hace unos años en una de esas asambleas de rendición de cuentas a la que fui y en la que no me permitieron hablar.

En medio de la asamblea, un anciano se puso de pie y comenzó a hablar de los problemas del bodeguero, que si se robaba las dietas y no sé que más. El bodeguero, que estaba presente, se pasaba la mano por la cabeza, y daba paseítos incómodos, mientras el anciano seguía con su diatriba.

Federico Hernández, secretario del PCC en Camagúey y Manuel Marrero

De pronto, desde el público, alguien le dijo al anciano que si podía escucharlo. Tras tener su consentimiento dijo: «¿Ves al bodeguero? Míralo: tiene cuatro cadenas, todos los dientes de oro, una moto, tenis buenos… ya este adelantó algo, y si lo quitan nadie sabe lo que tendrá que robar el otro para ponerse al nivel de este».

El bodeguero, que en un principio creyó que el otro había salido en su auxilio, solo atinó a decir un «no me defiendas compadre».

En Cuba, los dirigentes no salen de una bacanal para entrar en otra. Algunos, incluso, siempre dicen que «hay que aprovechar esta, porque no se sabe cuánto durará» la bonanza para ellos.

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