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EN CUBA, LA CARROÑA SE CONSUME SIN PODRIRSE

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Por Ricardo Acostarana
La Habana.- Hablé con varios amigos sobre el tema. Incluso le pregunté a la carretillera de la esquina de 21 y 12, la que cuando me ve llegar me sonríe, coge una jaba, mete dentro una mano de plátano manzano y me estira 250 pesos de vuelto.
Quizás pensó que no, pero su respuesta fue colosal: yo soy una intelectual porque no dejo que mis hijos se mueran de hambre.
Ahora recuerdo que me faltó preguntarle a un amigo que siempre que nos vemos, muy poco que nos vemos, me repite que yo le recuerdo por alguna razón a Rodolfo Walsh. También me repite una y otra vez que regrese a Ricardo Pigglia. Me lo repite desde que nos conocemos, desde la época en que yo era oficial y dábamos tremendas perretas en las exposiciones de todas las galerías de arte de La Habana.
La supervivencia pende y depende única y exclusivamente de la cotidianidad. Alejandro Escobar, que lo sabe también como yo, me lapidaba hoy con una idea transatlántica: «¿Cómo carajo yo sobreviví a toda la debacle que significa vivir en Cuba cuando le apuestas todo a escribir? Cuando no vives de la literatura, vives por la literatura».
Mucha gente asocia a los intelectuales con los escritores, con esos tipos que se dedican de forma voraz, enfermiza y asquerosa al acto de la escritura. A mí me parece una mentira abismal de Júcaro a Morón y de Morón a Júcaro.
En la Cuba del 2024, y en la antesala de esta Cuba, y en el primer tercio del siglo final, y en el tiempo extra de los 60, y en el segundo cuarto de los 70, y en el tie break de los 80, y en la arrancada de los 90 y en la general individual y de montaña y de contrarreloj, a muchos intelectuales les ha pasado lo mismo que a un edificio derrumbado, nunca demolido: los convierten en parques o vertederos, en zonas turísticas -turismo transilvano- o en potajeras para absolutamente todos los gustos.
Para Umberto Eco, el intelectual es alguien que realiza un trabajo creativo en las ciencias o en las artes. Pero también lo es un granjero que inventa una teoría nueva sobre la rotación de las máquinas cortadoras.
En Cuba (risa demoledora de 10 millones de arrobas) el intelectual es tan solo el filo del machete, un machete mellado que no se julio antonio, un machete mellado sin mango que le tira planazos a un surco tan negro como los pies de Nemesia, flor carbonera, un machete tan exacto como este poema de Oscar Cruz:
La diferencia.
En el dialecto suabo
se le llama carroña (luder) al cadáver de un animal. En Cuba,
un buen poeta nunca llega a ser una carroña.
Se consume sin podrirse.

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